Gabriela Sabatini: "Me amigué con el tenis"
Distanciada de la raqueta desde su retiro en 1996, la mejor jugadora
argentina de todos los tiempos vuelve a los 44 años y lo disfruta; cómo
se decidió y todo lo que siente antes de la exhibición con Seles, pasado
mañana, en Nueva York.
Gaby jugando con la elegancia de siempre.
Foto: Gentileza Mariano Grisolía
"Si dijera que no estoy nerviosa, mentiría." La voz, del otro lado de
la línea telefónica, es la misma de siempre. Cordial, simpática,
atenta. De todos modos, una chispa se advierte en la expresión de Gabriela Sabatini
que hasta hace un tiempo era difícil de imaginar, al menos cuando
hablaba de tenis, de su tenis. Se redescubrió. Volvió a encontrar en el
juego aquellas pequeñas cosas que la hacían feliz. "Son muchos años,
muchas sensaciones, muchos recuerdos", confiesa, desde Miami, quien fue,
con raqueta en mano, una delicia para los ojos. Pero el desencanto le
había ganado a su deporte. Gaby tenía las raquetas guardadas en un
bolso. Ni siquiera las miraba.
"No disfruto del tenis, no tengo
ganas, no tengo interés", contó a La Nación, firme y convencida, en un
rincón de Barrio Parque, durante una ventosa tarde de octubre de 2013.
Desde su adiós al exigente circuito profesional, en 1996, Gabriela se
dedicó a viajar, a reforzar la función de empresaria promocionando sus
perfumes, a disfrutar de shows musicales, a practicar natación, a
ejercitarse con el ciclismo. Pero, sobre todo, a volver a sus orígenes, a
sus amistades. "Lo que traté de hacer desde que dejé de jugar es volver
a mi esencia, porque la había dejado un poco de lado", reveló en
aquella misma charla, herida por la crueldad y el exitismo de un deporte
que suele estrujar cuerpos y mentes. Sin embargo, la propia Sabatini se
concedió una tregua por una circunstancia que vale la pena, claro.
Entendió que había llegado el momento para que las raquetas abandonaran
el bolso y pasado mañana, como parte de los festejos del Día Mundial del
Tenis que promueve la Federación internacional, jugará una exhibición
frente a Mónica Seles en el Madison Square Garden, ciudad y escenario
simbólicos para la ex número 3. Porque en Flushing Meadows logró su
único Grand Slam-1990-, porque en The Garden ganó los Masters de 1988 y
1994, y porque allí, en el MSG, fue la Farewell Gaby Night, una
ceremonia que tocó sus fibras más íntimas al ritmo del tema Now and Forever (ahora y para siempre).
Desde que anunció su retiro, hace
casi dos décadas, la ganadora de 27 títulos individuales y medallista
olímpica recibió centenares de propuestas para participar de partidos;
también fueron centenares los rechazos. Establecía una barrera. Nada que
estuviera vinculado con aquellos tiempos en los que le reclamaban que
fuera número 1 cuando ya lo era, aunque el severo ranking no indicara lo
mismo. apenas un puñado de exhibiciones y la última en 2009, junto con
Martina Navratilova en Buenos aires para ayudar a una fundación de la
enfermedad miastenia gravis, alteró su postura. Fue hace un tiempo
cuando le propusieron jugar el año pasado con Seles en Nueva York, pero,
cuidadosa, Gaby entendió que no estaba en condiciones de reencontrarse
con parte del pasado. Sin embargo, la idea no le disgustó del todo y un
hormigueo le perduró en el cuerpo. Entonces, cuando se lo volvieron a
sugerir, aceptó. Su respuesta positiva a los organizadores del BNP
Paribas Showdown (con entradas de 50 a 440 dólares) también tuvo que ver
con el lugar, Nueva York, ciudad que la energizó como pocas dentro de
un court. Y que la energiza, porque allí conserva sus rituales, sus
rutinas; porque sigue tomando helado y chocolate caliente en el lugar de
siempre, como cuando cargaba con el raquetero. "Todo tiene un poco que
ver también con la ciudad, con el Madison, donde antes se jugaba el
Masters -explica-. Empezaba el torneo y yo era otra, me incentivaba, me
gustaba el ambiente. El público allí es diferente, más ruidoso,
pasional, se involucra con los partidos, grita, te contagia. A mí me
hacía sentir muy bien. Además, Nueva York es especial, te abre la
cabeza. ¡Hay tantas cosas para hacer! Y cada vez que vas, descubrís un
barrio nuevo, un restaurante, un artista".
Gabriela, a los 44
años, luce una atlética figura. Igualmente, tenía dudas sobre cómo
reaccionaría dentro de una cancha de tenis. En noviembre comenzó a
entrenarse. Fue en Miami y, al principio, dice que parecía una hermana
rústica de aquella jugadora de revés artístico. "Me costaba moverme,
había perdido las distancias a la pelota, estaba agitada, dolorida.
Hasta se me había desacostumbrado la vista. En Buenos Aires peloteé con
Caio Rivera (ex capitán de Fed Cup) y en Miami con algunos chicos que
juegan bien y con Ana Paula, hija de Rossana de los Ríos (tenista
paraguaya)", sonríe Gaby hoy, antes de viajar a Nueva York, y cuando ya
juega día por medio con intensidad, y cuando, fiel a su profesionalismo,
empezó a hacer ejercicios más puntuales de tenis, con piques
explosivos. Hasta practicó una tarde con Juan Martín del Potro, hace
algunas semanas, cuando el tandilense realizaba parte de su
recuperación, tras la cirugía de muñeca izquierda, en Key Biscayne. "Lo
noté muy bien a Juan Martín, pegándole fuerte a la pelota. Fue una
experiencia maravillosa para mí, es increíble lo que le corre la pelota.
Se está recuperando bien. Ojalá que vuelva pronto", dice, con suma
humildad.
La finalista de Wimbledon 1991 y quien en 2006 fue
promovida al Salón de la Fama del Tenis, en Newport, detalla, divertida:
"Esta nueva experiencia con el tenis me la quise tomar de una manera
relajada, sin comprometer otras cosas de mi vida, siguiendo con lo que
hago siempre, tratando de que me hiciera sentir bien. Pero me involucré,
quizás hasta más de lo que pensaba. Me sentí bastante bien. Lógico que
todo tenista que deja de jugar pierde el timing, pero cuando retomás, el
juego lo recuperás enseguida. Lo que se pierde es el juego de piernas,
la movilidad. Pero los golpes no se van. Yo siempre tuve facilidad, y
por ahí hoy me pongo a pelotear y no fallo ni una pelota, pero el tema
está cuando uno se tiene que mover a los costados (sonríe). No sé cómo
responderá el revés con top, mi mejor golpe, y más ante la mirada del
público, porque la muñeca se desacostumbra. Pero lo intentaré".
Claro
que la noche tenística en el Madison Square Garden, donde también se
enfrentarán el suizo Roger Federer, toda una leyenda, con el búlgaro
Grigor Dimitrov, posee una carga emotiva distinta. Sabatini subirá a la
cartelera del mítico estadio neoyorquino y estará acompañada por la
mayoría de esos amigos que nunca la vieron jugar, que se acercaron a
ella y la quieren por su calidez humana y no por el encandilamiento del
estrellato que se ganó en el circuito durante doce temporadas. Tampoco
es un detalle menor que la rival de Gabriela sea Seles, la yugoslava
nacionalizada estadounidense. Sabatini tuvo un gesto muy generoso con la
ex número 1, que prevaleció 11-3 en los duelos personales. En su
autobiografía, From Fear to Victory (Del miedo a la victoria), Seles
explicó que la argentina había sido la única tenista que se abstuvo de
votar en contra de congelarle su ranking mientras se reponía del ataque
que sufrió en 1993, cuando fue apuñalada en Hamburgo por Günter Parche,
un desquiciado fanático de Steffi Graf. Otras 24 jugadores entendieron
que no había que protegerle la posición a Mónica.
Aquella decisión
de Sabatini, opuesta a la de un mundillo estricto y competitivo, marcó a
fuego un vínculo. "Siempre lo digo: pensé en el ser humano. En aquel
momento entré en shock, nos podría haber pasado a cualquiera, a mí",
comenta Gaby, cuyo último partido oficial fue la derrota por 6-3 y 6-4
ante la estadounidense Jennifer Capriati en la primera rueda de Zurich,
en octubre de 1996. Y añade, abierta: "Con Mónica nos seguimos
comunicando telefónicamente. Y ahora, por motivo de la exhibición, nos
juntamos hace unos días aquí en Miami; ella está radicada en la Florida.
Jugamos un poquitito, pero te diría que fue más lo que charlamos. Nos
teníamos que poner al día (sonríe). Fue muy lindo, porque volví a
encontrar con una chica de la época en la que jugaba y es lindo, ya
desde otro lugar, conocer a la persona, saber qué hace, si viaja, cómo
es su familia.".
"Creo que mi fama y la exposición tuvieron algo
que ver con que no fuera número 1", reconoció Sabatini a LA NACION hace
más de un año. La chiquita introvertida que empezó a jugar al tenis en
un frontón de River Plate con una raqueta Cóndor de acero, bastante
pesada para alguien de su edad, amó ese deporte desde el primer momento.
Le gustaba ganar, competir, viajar a los torneos, pero siempre como un
juego. Con los años y el crecimiento que consiguió, hubo circunstancias
periféricas que la perturbaron, que la aturdieron, que le quitaron las
ganas de continuar en una vorágine que la incomodaba. Y que nada tenía
que ver con aquellos días de inocencia en el club de Núñez, bajo la
mirada de sus padres, Osvaldo y Beatriz Garófalo, cuando el tenis no era
un trabajo.
Las críticas -la mayoría, injustas-, el esperar más
del otro, los celos, las presiones y los intereses conformaron un combo
que la hicieron enojarse con ese arte que tan bien había representado.
Se distanció de la raqueta. Hasta la maldijo. Pero hoy la distancia no
es tal. No cree que luego de la exhibición frente a Seles continúe
jugando demasiado en forma aficionada, aunque se dará una oportunidad.
"Por ahora no está mal. ¡Qué sé yo! No lo estoy viendo tan negativo como
lo sentía hasta hace un tiempo, cuando no tenía ganas de jugar
-admite-. Hoy me siento mejor. Podría decir que me amigué con el tenis.
Se verá, se verá. Por lo pronto, no siento ese cansancio que sentía
antes, el estar como desgastada del tenis. No, no lo siento. Cuando tomé
la decisión de jugar la hice con algunas dudas, pero ya estoy segura y
lo veo otra manera. En definitiva, lo importante en la vida es disfrutar
y estar convencido de lo que se hace. Ese es el mejor camino".
Sabatini
volverá a pisar el Madison Square Garden casi 20 años después. Luego de
aquella noche tristona de 1996, en la que el famoso actor Bill Cosby
condujo el evento de despedida, Gabriela retornará a uno de los estadios
más famosos del mundo. Lo hará con raqueta y dentro de un court, lo que
no es un detalle menor. Lo hará reconciliada con un deporte que en su
momento le quitó toda su energía y frescura, pero que ella embelleció
con virtuosismo y calidez. Más de un melancólico derramará una lágrima y
agradecerá por haberla visto danzar de nuevo.
http://canchallena.lanacion.com.ar
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