A punto de cumplir la mayoría de edad, el festival porteño respetará la norma tácita de ofrecer películas provenientes de todo el Globo (de Argentina a Groenlandia, de Bolivia a Nueva Zelanda), en su mayoría inéditas en estos pagos.
Por Ezequiel Boetti
Cuarto
mes del año. El calor despidiéndose por algunos meses para darle paso
al frío, la noche carcomiéndole horas al día y los árboles dejando caer
su follaje. Entre medio de todo ese paisaje crepuscular, el apetito
voraz de los cinéfilos saciándose desde la sola enunciación de un evento
que este año empezará a coquetear con la mayoría de edad soplando
diecisiete velitas. Se trata, claro está, del Festival Internacional de
Cine Independiente de Buenos Aires, Bafici para los amigos, que ayer
tuvo la presentación oficial en el Centro Cultural Recoleta, epicentro
operativo desde la mudanza del Abasto a la zona más patricia de la
ciudad. El menú será similar a la vez que distinto. Lo primero porque se
respetará la norma tácita de ofrecer una oferta compuesta por más de
400 películas provenientes de todo el mundo (de Argentina a Groenlandia,
de Bolivia a Nueva Zelanda), en su mayoría inéditas en estos pagos y
con un futuro comercial de escaso tirando a nulo. Distinto porque este
año tendrá un día menos (irá del 15 al 25 de abril) que su extensión
habitual, debido a que el que debería ser el domingo de cierre coincide
con las PASO porteñas.
El Bafici 2015 no asoma como una edición de grandes volantazos,
acentuando la tendencia de la gestión de Marcelo Panozzo de “no cambiar
por cambiar”, tal como afirmó ante este diario durante el anuncio de su
asunción como director artístico, en mayo de 2012. Así, el tercer
festival al mando de este programador, crítico, periodista y editor
literario replicará la estructura básica del último trienio, manteniendo
al Village Recoleta como centro neurálgico y el habitual parque de
salas orbitándolo: el Cultural San Martín, el Malba, el Planetario, la
Fundación Proa, el Artemultiplex Belgrano, el Village Caballito, el
auditorio de la Alianza Francesa, el anfiteatro del Parque Centenario y,
por último pero no menos importante, la Sala Leopoldo Lugones. Parada
baficiana desde su inicio en 1999, el décimo piso del Teatro San Martín
volverá al ruedo festivalero después de su ausencia con aviso en 2014
debido a las extensas refacciones dadas por concluidas la semana pasada
con el inicio del ciclo Seijun Suzuki. Y volverá con la postergada
instalación del equipo DCP para proyecciones digitales, tal como
prometió durante la conferencia de prensa el ministro de Cultura
porteño, Hernán Lombardi.
El Bafici también mantendrá a las Competencias como columna
vertebral artística. La Internacional tendrá, al igual que el año
pasado, dieciocho títulos, cuatro de ellos nacionales. O tres, si se
tiene en cuenta que dos, Días extraños, del colombiano J. S. Quebrada, y
La obra del siglo, de Carlos Quintela, suman medio ya que se trata de
coproducciones con Colombia y Cuba, respectivamente. El dúo ciento por
ciento argento está integrado por la esperada El incendio, primera
ficción en solitario de Juan Schnitman, y La mujer de los perros, de
Laura Citarella y Verónica Llinás. El concurso Vanguardia y Género, que
desde 2013 reemplaza a Cine del Futuro, convirtiéndose así en el cambio
más notorio de la era Panozzo, tendrá veintidós películas, entre medios y
largometrajes.
Por su parte, en la competencia nacional habrá dieciséis
contendientes y varios nombres propios con un peso específico suficiente
para hacer de ésta una de las secciones más atractivas para el público.
El más rutilante es el de José Celestino Campusano. Históricamente
marginado por el Bafici, el quilmeño encontró en el Festival de Mar del
Plata su lugar en el mundo, lanzando allí todas y cada una de sus
películas. La presencia de Fantasmas de la ruta en un apartado no
competitivo del año pasado ya atisbaba un cambio que ahora, con la
premier mundial de Placer y martirio, parece confirmarse. ¿Más nombres
para este boletín? Daniel Rosenfeld (Al centro de la tierra), Luis
Ortega (Lulú), Dominga Sotomayor (Mar), Matías Piñeiro (La princesa de
Francia), Rosendo Ruiz (Todo el tiempo del mundo) y Juan Villegas
(Victoria).
El antepenúltimo trabajo del director de Vikingo (el año pasado
estrenó El perro Molina) había desembarcado aquí gracias a una tregua en
la guerra fría por tal o cual título entre ambos festivales. Tregua que
incluyó además un puñado de películas nacionales avaladas en el
catálogo con el sello Mar del Plata, algo que volverá a repetirse. La
concordia permitirá, además, la posibilidad de ver varios de los films
que movieron el amperímetro costero el último noviembre, como Cavalo
Dinheiro, de Pedro Costa; Maidan, de Sergei Loznitsa (también vista en
DocBsAs);
P’tit Quinquin, de Bruno Dumont; Hill of Freedom, de Hong Sang-soo, y
National Gallery, de Frederick Wiseman, todos estos programados en
Panorama, apartado donde suelen encontrarse aquellos títulos más
esperados por gran parte del público cinéfilo. Aquí estarán también
Eisenstein en Guanajuato, de Peter Greenaway; In the Basement, de Ulrich
Seidl; The Look of Silence, de Joshua Oppenheimer; Nymphomaniac, de
Lars von Trier; El botón de nácar, de Patricio Guzmán; Sauerbruch Hutton
Architects, obra póstuma de Harun Farocki (también vista en octubre
pasado en el DocBuenosAires), y Taxi, de Jafar Panahi, que viene de
ganar el Oso de Oro en la última Berlinale.
Merecen apuntarse, además, los Focos y Retrospectivas, en particular
aquella dedicada al granadino José Val Omar, catalogado por Panozzo
durante la presentación como “el genio loco más grande del cine”.
Además, volverá a repetirse la figura del país invitado, honor que el
año pasado recayó en Israel y ahora en Francia, presente no sólo en
varias de las secciones y en la función inaugural (El cielo del
centauro, coproducción con Argentina que marca el regreso al cine de
Hugo Santiago, realizador de la emblemática Invasión), sino también a
través de una invitada de lujo como Isabelle Huppert. La presencia de la
protagonista de varios films fundamentales del último medio siglo,
trece de ellos programados en la retro dedicada a su obra, es una suerte
de redención del Bafici después de la falta de artistas de renombre en
las últimas ediciones. El combo galo se completa con el foco dedicado a
la parisina Pascale Ferran, que en menos de tres semanas también
aterrizará en Ezeiza.
Y a todo esto, ¿cuántos billetes habrá que desenfundar? No pocos.
Treinta pesos las entradas generales y apenas cinco de descuento para
estudiantes y jubilados ($25 saldrán también todas las funciones de
Baficito, retrospectivas y focos). Los tickets estarán a la venta a
partir del 6 de abril y podrán adquirirse online en
Buenosaires.gob.ar/festivales, donde ya está disponible la programación
completa, o personalmente en el Village Recoleta (Junín y Vicente
López). En diez días, entonces, cada quien deberá empezar a definir el
menú de su propia panzada audiovisual.
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