La Argentina llegaba con un sin fín de padecimientos y una caída ante Colombia hubiera provocado un debate tremendista, pero consiguió un triunfo por 2 a 1, que lo hizo ganar puntos, tiempo y tranquilidad.
Sabella vivió con intensidad y festejó el triunfo con todo | LA NACION
BARRANQUILLA.- Para entender y poner en contexto el triunfo ante Colombia, hay que saber de dónde venía la Argentina. Nada menos que de padecer dos resultados históricos por lo negativo. Derrota con Venezuela y empate frente a Bolivia. Y no todo se reducía a una cuestión numérica. La imagen del equipo era fea, provocaba desconfianza y dudas. Pero el fútbol está lleno de recovecos, de giros de 180 grados, de situaciones inesperadas. Después del viernes triste en el Monumental, esta visita a Barranquilla aparecía como el destino menos deseado. Y terminó siendo la tierra prometida, la de la resurrección, la que permite terminar el año con menos preocupaciones y angustia. Con sólo imaginar que un mal resultado en Colombia podría haber dejado al seleccionado fuera de los puestos clasificatorios al Mundial y con seis meses por delante hasta el próximo partido oficial con Ecuador? Hubiese quedado mucho tiempo por delante para alimentar un debate tremendista y destituyente desde algunos sectores, aunque a las eliminatorias les queda mucho por delante. El puesto de entrenador de seleccionado se hizo muy inestable últimamente. En tres años pasaron cuatro técnicos. Cualquier viento en contra se transforma en un tornado y se lleva puesto al técnico de turno. Por eso Sabella ganó tres puntos (fundamentales para las posiciones), tranquilidad (para aclarar ideas, no pensar bajo una presión asfixiante y un runrún ensordecedor) y crédito (el equipo le respondió anoche con orgullo y determinación en una situación límite, cuando parecía que todo se iba al garete).
Igual, no está todo solucionado ni da para tirar cohetes. En este momento, lo peor sería confundirse. Queda mucho por hacer. Así como el pasado inmediato no era catastrófico, este 2-1 con un tinte heroico no debe incentivar el triunfalismo excesivo. Batista le ganó 4 a 1 a España y está desocupado, mientras que Del Bosque sigue al frente del campeón del mundo porque está sostenido por un proyecto muy claro y concreto en cuanto a estilo de juego, perfil de los futbolistas y objetivos a largo plazo. La Argentina todavía no empezó a transitar esa senda por malas elecciones (Maradona, sobre todo) y porque adquirió el mal hábito de cambiar de caballo a mitad del río.
A Sabella le debe de haber venido a la memoria lo que vivió aquí en 1997, cuando vino como ayudante de campo de Passarella, que dirigía un seleccionado cuestionado y también en crisis de resultados como el suyo. Aquel 1 a 0 con gol del Piojo López le dio aire en la sofocante Barranquilla. Anoche, Sabella repitió aquel suspiro de alivio.
El técnico al menos tiene la humildad de reconocer errores y tenerlos en cuenta para no volver a repetirlos. No olvidemos que la soberbia también hizo estragos en los últimos años. Que Mascherano y 10 más, que vamos a jugar como Barcelona, como si eso se consiguiera en un abrir y cerrar de ojos, cuando el club catalán está optimizando hasta el deslumbramiento un proceso que empezó hace 40 años, con un tal Johan Cruyff.
Sabella admitió que se demoró con los cambios en la derrota en Venezuela y ayer tuvo reflejos para reaccionar tras el flojo primer tiempo. La entrada de Agüero fue fundamental, no sólo por la influencia del Kun en el resultado, sino también por lo que representó como mensaje, como compañía para Messi, que en el primer tiempo era "Cien años de soledad".
El técnico reconoció horas antes del partido que "la base de la selección está en Europa". No está de más una afirmación de ese tipo, en horas en las que resurge la inconducente polémica entre "los de acá" y "los de allá", que lo único que hace es alimentar el sectarismo y confundir las consignas. Anoche, "los de allá", Messi, Agüero, Sosa e Higuaín, se vaciaron físicamente en el segundo tiempo. Dieron hasta más de lo que podían. Abrían las bocas como peces fuera del agua. Terminaron exhaustos, arrastrando los pies, no podían con su alma. Por asumir como corresponde el compromiso con el seleccionado, estos jugadores quedaron poco menos que inutilizables por sus clubes para el fin de semana.
El desgaste bajo una temperatura superior a los 30 grados, una humedad por encima del 80 por ciento, un ambiente que nunca se renueva con una brisa, un viaje transatlántico y el jet-lag por el cambio horario conforman un paquete lo suficientemente contundente para devolver futbolistas destruidos, al menos por una semana.
El médico Daniel Martínez reconoció que los jugadores perdieron entre tres y cuatro kilos. El director técnico uruguayo Carlos Ortega del Río, radicado en Colombia desde hace varios años, aportó un dato sobre lo que es pisar el césped del estadio Metropolitano: "Desde abajo sube un vapor caliente que parece que te quema los pies". Bueno, en ese contexto, fue tan meritorio lo hecho por los de "allá" como lo rápido y bien que se acopló uno de "acá", Desábato, si bien Colombia atacó poco y mal en el segundo tiempo.
Se abre una pausa que Sabella ya tenía pensado aprovechar con viajes a Europa junto con su cuerpo técnico para hacer un seguimiento más de cerca de varios futbolistas. Es probable que aparezcan algunos nombres nuevos, que inclusive ya estuvieron con Batista. Futbolistas de clase media, de complemento, que suelen potenciarse cuando encuentran su lugar y el equipo los contiene con un funcionamiento y una identidad de juego. Los distintos, los que hacen la diferencia, hace rato que están y también necesitan un proyecto coherente desde arriba. Esos pocos son grandes futbolistas, inclusive está el mejor del mundo, pero no son magos ni salvadores.
La Argentina vivió una semana agitada, de contrastes. El mundo se le venía encima tras un empate con Bolivia que era primo hermano de la caída ante Venezuela, aunque las circunstancias de ambos partidos fueron muy diferentes. Venía de un infierno y en Barranquilla le esperaba otro, pero acá se ganó el cielo por unos meses.
Messi festeja su gol, el del empate frente a Colombia | Fabián Marelli - LA NACION
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