sábado, 9 de abril de 2016

La diáspora argentina en la metrópolis alemana

Berlín no es tan grande... y tampoco es tan barata

Músicos argentinos como Yasmin Gate (que el martes tocará en Buenos Aires), Quique del Bianco, El Fulminador, Nacho Bouquet y Francisco Tursi se aposentaron allí crecieron y con el rock y la electrónica underground. Ahora, cuentan cómo es vivir, componer, grabar y tocar bajo en la capital alemana, tan fría y oscura, aunque también tan fascinante.

Por Yumber Vera Rojas
Desde BerlínDespués de posicionarse como epicentro de la contracultura a partir de la caída del Muro en 1989, y ahora que Alemania es líder indiscutido de la economía europea, Berlín reemplazó el concepto del “sueño americano” por el del “sueño alemán”. La capital del país europeo se transformó en la última década en una de las metrópolis más globalizadas, en una Torre de Babel en la que conviven ciudadanos de diversos orígenes y razas, por lo que se tornó en una suerte de Edén de posibilidades. Eso motivó a un sinnúmero de músicos y productores de la electrónica, el indie y el rock a probar suerte en el mismo lugar en el que David Bowie —visionario hasta en eso— se instaló entre 1977 y 1979 para desarrollar la Trilogía de Berlín. Dentro de esa avanzada de artistas hay por supuesto argentinos (algunos llegados directamente desde el Río de la Plata y otros tras parar en España) que lidiaron con el idioma, una cultura ajena y la burocracia para apostar por sus propuestas.
“Berlín no es tan grande, es mucho más pequeña que Buenos Aires. Si vas en bicicleta, la recorrés de una punta a otra en cuarenta minutos”, asegura Yasmin Gate en un café del barrio de Kreuzberg, poco antes de presentar su segundo álbum de estudio, Dollhouse (2015), en Argentina. Luego de hacer fama en Madrid con su grupo Dirty Princess, y tras un hiato en Buenos Aires en 2008, donde tampoco pasó desapercibida, Gate desembarcó en Berlín con su proyecto solista. “Tenía ganas de volver a Europa y varios amigos me sugirieron que viniera porque mi banda anterior era conocida debido a que trabajamos con DJ Hell y tocamos varias veces acá. Mi llegada fue fácil. Además, si querés hacer música electrónica, es un buen lugar para estar. Si bien el círculo parece cerrado, vas a un club, te hacés un amigo y quizá tres semanas después estás actuando ahí. No tenés que venir con una chapa especial ni nada. La gente es muy abierta, es cuestión de saber socializar.”
Aparte de músico, Quique del Bianco es fotógrafo y artista plástico. El destino lo trajo a Berlín hace seis años, tras perder una apuesta. “Quería ir a Amsterdam, pero un amigo, con el que iba a montar un estudio, prefería Berlín. Lo dejamos al azar. Lanzó una moneda y ganó. Luego se fue y yo me enamoré de la ciudad”, recuerda. El artista originario de Once tiene un pasado que lo ubica en el rock latino, aunque todo cambió cuando llegó. “No es una ciudad rockera, acá se respira otra cosa. La vibración, la oscuridad y el frío, y eso me pareció más sincero”, describe en el bar Ankerklause, al borde del Landwehrkanal, donde suele ir Quentin Tarantino cada vez que pisa la capital alemana, dice Quique. “Toqué con una banda hasta que formé mi propio proyecto, que se llama No, en el que mezclo electrónica, new wave y psicodelia. El ambiente es pequeño y el underground muy grande. Conocés a mucha gente y la mayoría está de paso. Estás tomando una cerveza y quizás el que está al lado es un grosso.”
Desde que llegó a Alemania en 2006, luego de vivir dos años en España, Andrés Castellanos fue testigo del atraco de cada vez más argentinos. Aunque la mayoría están de paso. “Ese desapego cambió mi carácter. El no tener nostalgita por Argentina me permitió seguir adelante”, asegura el productor, DJ y músico geselino, quien es más conocido por su álter ego: El Fulminador. “Cuando llegué era el boom del minimal, que era más diseño de sonido que música. Y seguí por ese camino hasta que esa fascinación bajó y afloró lo que realmente soy”, eso que se puede distinguir en su trilogía de discos Roma Remixes. “Si bien ahí hay dark house con un toque progresivo y algunas letras cantadas en latín, la propuesta es súper abierta. Puede ser live o también DJ set. Me siento cómodo en la pista. Por mi origen, muchos creen que soy amigo de todos los DJ argentinos que viven acá, pero estoy en otro circuito. No me interesa el mainstream, sino las fiestas más pequeñas, donde hay lugar para lo inesperado”.
Después de labrarse una carrera en Buenos Aires, que incluyó dos discos con su banda Toboganes a Marte y colaboraciones con artistas como Benito Malacalza, Nacho Bouquet peló el pasaporte comunitario que le legaron sus abuelos y cruzó el Atlántico para probar suerte. “Cuando vine a Europa por primera vez me pareció que Berlín era un buen lugar para mutar y convertir eso en un gesto cotidiano”, asegura el tandilense en un bar del barrio de Neukölln, el Bundestag del hipsterismo. Además de tener en marcha su proyecto musical Los Mares, que saca discos de forma artesanal, el músico expandió su experiencia hacia el teatro. “Estoy feliz acá en tanto tenga oportunidad de seguir probando diferentes situaciones. Y cuando eso se paralice, me moveré hacia otro lado. Hay respeto por la música y a los alemanes les gusta escucharla. Cuando llegué, tocaba en bares. Siempre eran 20 o 30 euros y esa posibilidad era muy simpática. Podés vivir con poco dinero y disponer de tiempo. El mito de Berlín es que sigue siendo barato.”
A pesar de los casi 12 mil kilómetros que distancian a Buenos Aires de esa urbe en blanco y negro patrullada por ángeles, que bien supo revelar Win Wenders en la película ¡Tan lejos, tan cerca! (1993), Francisco Tursi sigue siendo un Los Nuevos Monstruos. “Hace tres años que decidí venir para acá, un poco porque quería salir de Buenos Aires. Coincidió que comencé una relación con una chica alemana, pero fue raro porque Berlín no estaba en mis planes”, confiesa el músico, Latte Macchiato mediante, en la residencia cultural Agora, en Neukölln. Al tiempo que participó como baterista del álbum debut de la banda argentina y fue percusionista del nuevo, Acto de fe (2015), se mantuvo activo por su cuenta. “El primer año grabé la batería en el disco con una chica francesa llamada Pauline Andrès, y ahora trabajo en mis canciones solistas en castellano. También soy parte de Wurst im Wasserkocher. Una banda nueva con canciones en alemán en la que participa uno de los chicos con los que vivo.”
Para Tursi, que conoce a fondo el indie argentino, el circuito independiente de Berlín es más pequeño que el de Buenos Aires. “Aunque es más fácil tocar porque la escena no está condicionada, es difícil vivir de la música. Lo más rentable es la electrónica, pero la competencia es grandísima”, advierte quien vivió la final del Mundial de Brasil en suelo germano. “A pesar de que hay artistas muy buenos como Tocotronic, Max Prosa o Schorsch Kamerun, no hay una escena fuerte. Hay menos culto al artista, no manejan el fanatismo como nosotros y pocos exponentes llenan estadios. La influencia del clima y la luz se nota, por eso tienen esa tendencia a ser experimentales o a laburar más con texturas. Además de Berlín, otras ciudades muy buenas para la música son Hamburgo y Frankfurt, donde se escucha mucho rock y hip hop.”
Más allá de que Argentina sea recibida con una sonrisa al momento de mentarla, en Berlín poco se conoce del país y lo mismo sucede con el resto de América latina. Brasil es el único que zafa. “Está muy lejos para ellos”, afirma Del Bianco. “No saben mucho, sólo que es un quilombo.” Mientras Bouquet destaca el trabajo que hizo la comunidad latinoamericana en torno a la literatura, especialmente la poesía, Yasmin Gate subraya que su ADN argentino la proyecta más entre los alemanes: “Si tocara una mezcla de techno y tango, me iría mucho mejor que con una propuesta puramente electrónica como la mía”, deduce la artífice iconoclasta, cuyo sonido deambula por el electro, el trap y el pop. “Los temas que canto en español los vuelven locos, al punto de que mi próximo disco será así. Si un artista latinoamericano quiere venir a Berlín, no es muy difícil que logre su cometido. Acá podés hablar inglés. Pero si querés progresar realmente, tenés que hablar alemán porque la ciudad tiene un sinfín de oportunidades. Yo, por no hacerlo, perdí un montón de tiempo.”
Antes de que la segunda cerveza acabe, y poco luego de que la noche invernal se posicione sobre la ciudad justo a mitad de tarde, el frontman de No le explica al NO que grupos extranjeros como Bonaparte o Noblesse Oblige eligieron Berlín como vitrina. “El tema no es tocar tanto acá sino afuera. Pese a que hay varias salas —casi todas ubicadas en el barrio de Kreuzberg, a los que se suman antiguos squat y centros culturales—, no se cobra bien por los recitales”. No obstante, GEMA (el Sadaic teutón) vela tan férreamente por los derechos de autor que es casi imposible acceder a Youtube en Alemania, pues no paga el porcentaje debido.
“El año pasado fue bueno, pero nunca me siento satisfecha”, expone Gate, quien comanda su propio sello, Kilerrr, y quien este martes 12/4 tocará en Niceto Club (Niceto Vega 5510, desde las 21 con Audioperú y Metal. “Hay mucho underground y al haber tanta oferta es difícil conseguir shows. Competís contra un montón de gente que viene a probar suerte y que quizás lo hace por dos mangos. Pero es maravilloso vivir acá. La gracia latina, aunada al orden alemán, le hace muy bien a la cabeza, es una buena mezcla”.

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