jueves, 8 de diciembre de 2011

Lo que dice Stiglitz

Argentina, el buen ejemplo

En su segunda charla en Argentina, el Premio Nobel estadounidense volvió a elogiar el camino elegido por Argentina para salir de la crisis de deuda, en contraposición a la fórmula europea. “Europa tiene mucho que aprender de Argentina.”

Por Javier Lewkowicz

“Argentina demostró que hay vida después de la muerte. Esto quiere decir que una vez que la deuda externa se reestructura, el país crece e incluso puede optar por volver a los mercados. Europa tiene mucho para aprender del ejemplo de la Argentina”, señaló el Premio Nobel Joseph Stiglitz. El reconocido economista estadounidense participó ayer del seminario “El vacío en la arquitectura financiera internacional: reestructuración de deuda soberana”, organizado por el Ministerio de Economía junto al Banco Mundial. Stiglitz también elogió que en 2005 Argentina hiciera ante los acreedores el ofrecimiento de bonos atados al PBI. “Una innovación importante que plantea la necesidad de distribuir el riesgo entre las partes”, definió. Ante una consulta, el economista se refirió a la inflación en Argentina, aunque sin hacer una puntualización de la cuestión local, sino recurriendo a una explicación más ortodoxa. La inflación, dijo, se vincula con un exceso de demanda, que generaría “cuellos de botella que el Gobierno está tratando de superar”.

La exitosa negociación de la deuda externa en default que en 2005 concretó el ex presidente Néstor Kirchner es, en el contexto de crisis de deuda de la Eurozona, una referencia que cada vez toma mayor importancia. La relevancia de la experiencia local responde a la similitud del punto de partida respecto de, por ejemplo, la economía griega, como el excesivo endeudamiento y el fracaso de las recetas de ajuste, y los resultados alcanzados por la Argentina después de reducirse sustancialmente la carga de la deuda. Stiglitz es uno de los economistas que con mayor fervor recomiendan disminuir la carga de la deuda, distribuir costos entre deudores y acreedores y evitar el ajuste fiscal para salir de la crisis.

“Grecia no puede esperar más. Debería estudiar sus opciones y avanzar rápidamente, porque el incendio se hace más grande y se queman más casas. Realizar una reestructuración tiene sus costos, pero no hacerlo es aun más grave”, indicó el profesor de la Universidad de Columbia. Uno de los tabúes respecto de los ambiciosos procesos de reestructuración, que buscó derribar Stiglitz, es el “castigo divino” que caería sobre los países herejes. “Los mercados crediticios querrían que cuando un país reestructura su deuda, se lo castigara para siempre. Sin embargo, los mercados competitivos no imponen en forma colectiva un castigo. No son tan efectivos como les gustaría ser. La realidad es que luego de reducir la carga de la deuda, los países crecen y vuelven a tener la posibilidad de acceder a los mercados. Esa es una verdad inconveniente que se quiere ocultar a los griegos. De todas formas, los países no deberían pedir préstamos al exterior, porque genera muchos problemas”, indicó.

“Supongamos que Grecia hace un default contra el Banco Central Europeo. ¿Qué consecuencias reales habría? ¿Eso tendría efectos negativos para el resto de Europa?”, se preguntó Stiglitz. “Los bancos dicen que si los gobiernos no rescatan a acreedores y accionistas, el sistema económico colapsa. Creo que sus riquezas sí colapsarían, pero no el sistema”, afirmó.

El Nobel también deslizó algunas críticas al FMI, aunque matizadas. “El Fondo tiene la mentalidad de los acreedores. De todas formas, Dominique Strauss-Kahn –ex titular del organismo, acusado de acoso sexual– hizo algunos cambios. Ahora el FMI reconoce la importancia de aplicar controles a los flujos de capitales. Sería deseable tener un marco de reestructuración más eficiente, algún organismo internacional que funcione como tribunal de quiebras y que tenga representación de deudores y acreedores. Grecia y los otros países en situación de riesgo no pueden esperar”, dijo. Puso como ejemplo la situación de Italia, donde la deuda representa el 120 por ciento del PIB. “Van a gastar el 10 por ciento anual de su producto en el pago de la deuda. No hay manera de hacer eso sin afectar a la economía y los servicios públicos. En cambio, si reestructurara la deuda, quizá no tendría ingreso de capitales pero pagaría menos. Esos fondos puede inyectarlos a la economía para reducir el desempleo”, indicó.

En la Argentina de los ’90 fueron muy utilizados los tratados bilaterales de inversión. Esos acuerdos determinan límites estrechos para la política económica cuando se trata de afectar intereses de las multinacionales. “Argentina sabe que hay que ser muy cuidadosos con el tema de los contratos de inversión, porque terminan atando a los países de pies y manos. Si las economías en desarrollo pueden salir de esos esquemas, que salgan. Además, los tratados no mejoran la inversión”, criticó Stiglitz.

El economista también resaltó que la renegociación de la deuda argentina incluyera en la oferta a los acreedores los bonos atados al rendimiento de la economía. “Fue una innovación importante porque permite distribuir el riesgo. Los mercados se resistieron mucho a esta novedad”, recordó.


Joseph Stiglitz en el seminario “El vacío en la arquitectura financiera internacional”.

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