viernes, 21 de agosto de 2015

Tratamiento de un tumor ocular

Un biomarcador para no perder de vista

El equipo de investigación a cargo de Guillermo Chantada detectó una proteína que permitiría detectar el cáncer de ojo en los niños en forma anticipada. La investigación está siendo aplicada en los principales centros de tratamiento de Estados Unidos y Europa.

Guillermo Chantada (segundo de derecha a izquierda), junto a parte de su equipo de investigación del Garrahan.
Imagen: Foto Hospital Garrahan
 
Por Pedro Lipcovich
 
Una investigación efectuada en el Hospital Garrahan estableció, para el mundo, una nueva herramienta en el tratamiento del retinoblastoma, el tumor ocular más frecuente en los niños. Se trata de un biomarcador: una sustancia que permite detectar si el tumor generó o no metástasis por fuera del ojo. Esta determinación es crucial porque le permite al médico decidir si es imprescindible extirpar el ojo, para que no siga causando metástasis, o si puede intentar preservarlo con otros recursos de tratamiento, que a su vez desarrolló el Garrahan. Estas herramientas terapéuticas están siendo incorporadas por los principales centros de tratamiento, en Europa y Estados Unidos, y permiten reducir la proporción de niños que pierden la vista como consecuencia del retinoblastoma. El último descubrimiento se efectuó en colaboración con la Universidad de Quilmes y el Conicet y con apoyo del Instituto Nacional del Cáncer.
El retinoblastoma es un tumor que aparece en el primer o el segundo año de vida. “Se diagnostica porque aparece en el ojo una manchita blanca que llamamos ‘leucocoria’”, explicó Guillermo Chantada, director del Instituto de Investigación del Hospital Garrahan. Su tratamiento depende, ante todo, de que se lo diagnostique a tiempo: “En los países desarrollados, y en la mayor parte de la Argentina, la tasa de curación es muy alta, pero en países en desa- rrollo el tumor es generalmente fatal, porque se diagnostica tardíamente, cuando se diseminó al sistema nervioso y en este caso no tiene cura; diseminado pasa a ser, de casi ciento por ciento curable a casi ciento por ciento fatal”.
El biomarcador descubierto por el equipo que dirige Chantada permitirá aumentar la tasa de curación incluso cuando el diagnóstico es tardío, y otorga más chances de conservar el ojo afectado. La investigación se publicó en la revista Investigative Ophthalmology and Visual Sciences. Estos investigadores identificaron una proteína, llamada CRX, que, cuando se la encuentra fuera del ojo, en otras partes del organismo, indica que el retinoblastoma ya ha empezado a diseminarse. “Lo que este biomarcador marca es la presencia, en el sistema nervioso o en la médula ósea, de células correspondientes a la retina. Si están donde no deberían estar, es porque son metástasis cancerosas.” Lo notable, lo que se descubrió en el Garrahan, es que esas células “no olvidan la célula original de donde provienen: esto es infrecuente en el cáncer, donde las células suelen modificarse de tal modo que no se puede saber de dónde vienen”, destacó Chantada.
Si el biomarcador apareció, quiere decir que no habrá más remedio que extirpar el ojo para salvar la vida del nene. Pero, además, esta investigación permitió perfeccionar los tratamientos: “El biomarcador nos mostró que, cuando hay metástasis, se presenta primero en el líquido cefalorraquídeo, antes que en la médula ósea: antes actuábamos con quimioterapia sobre la médula ósea, y ahora la aplicamos directamente en el líquido cefalorraquídeo, por punción lumbar”, precisó Chantada. Ana Torbidoni, investigadora del Conicet que participó en la investigación, comentó que “antes no llegábamos al sistema nervioso y el cáncer siempre volvía: por más que se limpiara la médula, aparecía de nuevo en el cerebro. Ahora podemos adelantarnos a la enfermedad”. Este hallazgo se difundió ya en distintos países y se prevé el consenso del Grupo Latinoamericano de Oncología Pediátrica, que se reunirá en noviembre. “En Europa, este nuevo procedimiento se aplica ya en Barcelona y están poniéndolo a punto en Alemania y Suiza”, a donde viene de viajar el especialista argentino.
Otro desarrollo reciente del grupo del Garrahan para la cura del retinoblastoma consiste en la administración de una droga llamada topotecan directamente en la arteria oftálmica, que irriga el ojo; el mismo grupo había demostrado hace varios años la utilidad de esta droga, que hoy se usa en todo el mundo, y “hemos pasado a su administración por esa vía arterial, en vez de hacerlo por vía periocular”, señaló Chantada. Actualmente,“estamos finalizando el estudio experimental para aplicarlo mediante un gel que se coloca en el interior mismo del globo ocular”. Todos estos procedimientos han permitido el descenso de la ceguera como resultado del retinoblastoma, que llegaba al 25 por ciento de los casos y “con las actuales técnicas bajó hasta alrededor del 10 por ciento de los pacientes”, destacó el especialista del Garrahan.
El estudio fue llevado a cabo por un grupo multidisplinario de profesionales del Garrahan, el Conicet y la Universidad de Quilmes, con apoyo del Instituto Nacional del Cáncer –dependiente del Ministerio de Salud– y de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica –del Ministerio de Ciencia y Tecnología–. También tuvo el apoyo del Fund for Ophthalmic Knowledge de Nueva York, a través de la Fundación Natalí Flexer.
Mundialmente, se registran unos 8000 nuevos casos anuales de retinoblastoma, a razón de uno cada 17.000 nacidos vivos; el promedio mundial de curación es del 50 por ciento. En la Argentina, cada año se detectan entre 40 y 45 casos nuevos, y en el Garrahan la curación supera el 95 por ciento, como en los principales centros del mundo. Sin embargo, “en las áreas del país con indicadores socioeconómicos más bajos, como el nordeste y el noroeste, la tasa de mortalidad es significativamente más alta: la sobrevida, que en otras áreas del país llega al 98 por ciento, en esas regiones es del 72 o 73 por ciento, lo cual se acerca a los valores de los países menos desarrollados de la región”, advirtió Chantada.
El retinoblastoma es una enfermedad hereditaria: si alguien la padeció, sus hijos tendrán el 50 por ciento de riesgo de padecerla. Si una persona tuvo un hijo con retinoblastoma, “si quiere tener más hijos debería hacerse un estudio genético, aunque la chance de que vuelva a suceder es reducida”, señaló Chantada.

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