Son universitarios que fueron elegidos por sus altos promedios para participar en una conferencia mundial con premios Nobel de Economía, Medicina, Física y Química. “Estar con ellos es inspirador”, cuentan.
Intercambio. El premio Nobel de Química israelí Arieh Warshel (segundo desde la izquierda), durante un encuentro con los estudiantes argentinos: Karen Gogolin, Miguel Ponce (coordinador del grupo), Federico Lamagna, Karen Veitz, Verónica Müller y Alvaro Gaita. fotos: delegación argentina.
Federico Lamagna
acaba de cumplir 23 años y, desde hace 5, estudia Física en la
Universidad de Buenos Aires. Tiene 9,8 de promedio y su condición de
joven “mente brillante” le permitió ser uno de los seis estudiantes
argentinos elegidos para venir a Jerusalem, Israel, a tomar clases y
participar de charlas motivacionales con 15 Premios Nobel. En esta sede
de la Universidad Hebrea, que tuvo a Einstein entre sus fundadores,
Federico está viviendo algo que pocos alumnos podrían vivir: mientras lo
usual para cualquier estudiante es formarse leyendo teóricos que ya
están muertos, él acaba de asistir a una clase con Claude Tannoudji, un
Nobel de Física que escribió un libro muy leído en su carrera. Después
participó de otra charla, más inspiradora que académica para cualquier
futuro investigador. Fue con Dan Shechtman, un químico de 74 años
tildado de charlatán durante años que logró demostrar que lo que había
descubierto existía (los cuasicristales) y terminó siendo reconocido y
premiado, casi 30 años después, con un Nobel.
Hace 45 grados en
Jerusalem y los 400 estudiantes de entre 16 y 23 años que llegaron de 70
países parecen no notarlo. Para ellos, estar con 15 Premios Nobel
(Física, Química, Economía y Medicina) en la Conferencia Mundial de
Ciencia de Israel es, más o menos, lo que para los chicos de la villa
significa conocer a Tévez: vienen de la misma cuna, conocen todas sus
jugadas y quieren llegar al mismo lugar. Hay que ver a los estudiantes
durante un panel: se desesperan por levantar la mano para pedirles algún
consejo, graban con sus celulares todo lo que dicen, se sientan en las
escaleras para escucharlos si el auditorio está colmado, los aplauden de
pie y, cuando terminan y quedan mano a mano, les piden autógrafos y se
sacan selfies. Los Nobel son, en este mundo, celebrities.Los científicos se animaron a salir del encierro del laboratorio y a tender un puente con la generación de mentes brillantes que los sucederán. Y para eso, no sólo les hablan de resistencia de antibióticos o de las propiedades catalíticas del ácido ribonucleico: les hablan de sus orígenes y de sus fracasos. Ada Yonath (Nobel de Química en 2009) les contó –relajadísima, mientras comía un pedazo de sandía– que había nacido en una familia muy pobre, que su padre había muerto cuando era niña y que entró a la universidad becada para escaparle a todo eso. “El deseo de entender” (la vida, la muerte, la naturaleza) le hizo seguir investigando, contó. Luego, Aaron Ciechanover (Nobel de Química en 2004) les habló sobre la importancia de fracasar. “Si no fallan, nunca tendrán éxito. Toma muchos años descubrir algo y cada fracaso es sólo una lección en el camino”, les dijo.
Lo que ya se ve es que, entre los científicos consagrados y quienes los sucederán, hay diferencias. Yonath, de 76 años, es la única mujer entre los 15 Nobel y la evidencia de que la Ciencia siempre fue un ambiente de hombres. Ahora hay cada vez más mujeres en el semillero. Verónica Müller, una argentina de 22 años, es una de ellas. Está en 4º año de Química en la UBA y tiene 9,5 de promedio. “Estar con ellos es inspirador. Me hicieron entender que puede haber triunfos y fracasos pero hay que seguir si uno quiere descubrir algo útil para la humanidad”, dice a Clarín. A su lado, Karen Veitz, de 22 años, vive en Flores y estudia Actuario en la UBA: “Es emocionante. Estoy sentada al lado de una persona que hizo algo para cambiar el mundo y que se aplica hoy, alguien que dejó su vida de lado, sus amigos, su familia para concentrarse en la humanidad, y lo logró. Uno los tiene como genios que saben todo y jamás fallaron y, de repente, vienen a decirte que fracasaron miles de veces y que no pasa nada, que eso es parte del camino”.
También disertaron los premios Nobel Roger Kornberg (Química, 2006), Robert Aumann (Economía, 2005), Richard Roberts (Medicina, 1993), Sidney Altman (Química, 1989), Arieh Warshel (Química, 2013), David Gross (Física, 2004), Zhores Alferov (Física, 2000), Harold Kroto (Química, 1996), Elon Lindenstrauss (medalla Fields, 2010), Steven Chu (Física, 1997) y Harold Varmus (Medicina, 1989).
El grupo de elegidos de nuestro país lo completan Karen Gogolin (21 años, estudiante de Ciencias biomédicas), Álvaro Gaita, que estudia Ingeniería en Informática y, con 20 años es docente de un curso de robótica. Y Felipe Acevedo, que estudia Ingeniería Industrial, tiene 9,14 de promedio y dice: “Cada clase, cada charla, sirven para abrir la mente. Me quedo con algo que nos dijo un Nobel y que me alienta a seguir estudiando: más allá de su capacidad, todos ellos habían tenido suerte, que se habían ganado la lotería. ¿Suerte? Sí, pero que nadie se gana la lotería si no compra, una y otra vez, el boleto”.
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