Para el director del Centro Cultural de la Cooperación, “la poesía está muy naturalizada en un círculo cerrado, pero tratamos con el festival de abrir la poesía a nuevos públicos, a nuevos horizontes, a nuevas prácticas”.
Por Silvina Friera
La
polifonía de voces canta y cuenta la trama vibrante del mundo. El VII
Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro, organizado por el
Espacio Literario Juan L. Ortiz del Centro Cultural de la Cooperación
(CCC), celebrará la diversidad poética con una programación que incluye
debates, presentaciones de libros y lecturas de los poetas
internacionales y nacionales invitados con entrada libre y gratuita.
Durante cinco días, del martes 23 al sábado 27, se presentarán Federico
Díaz-Granados (Colombia), Eduardo Langagne (México), Janet Mc Adams
(Estados Unidos), Angela García (Colombia), Bernardo Reyes (Chile),
Paura Rodríguez Leytón (Bolivia), Lasse Söderberg (Suecia) y Miguel
Angel Zapata (Perú), además de los poetas argentinos Eduardo Mileo,
Cristina Piña, Julián Axat, Valeria Cervero, Alejo Carbonell, Nicolás
Prividera, Cristian Aliaga, Miguel Martínez Naón, Santiago Sylvester y
Eugenio Mandrini, entre otros. En la inauguración de esta edición habrá
un recital de Miguel Cantilo bajo el lema “La poesía y la canción” y
para el cierre un concierto de Omar Giammarco. Se proyectarán
documentales sobre Pablo Neruda y los poetas suecos contemporáneos y se
programará una serie de espectáculos teatrales inspirados en los
universos poéticos de Federico García Lorca, Nicanor Parra, Olga Orozco,
Raúl González Tuñón y Leónidas Lamborghini, interpretados por Cristina
Banegas, Patricio Contreras, Mosquito Sancineto, Horacio Roca y Osmar
Núñez.
El poeta Juano Villafañe, director artístico del CCC, subraya la
“ampliación de la perspectiva de lo latinoamericano” al incluir a poetas
de Suecia y Estados Unidos. En esta edición se presentará el número
cuarenta de la revista colombiana de poesía Luna nueva, el libro Con un
tigre en la boca. Manual de los amantes, con textos de Jorge Boccanera,
Patricia Díaz Bialet, Villafañe y Laura Yasan, y la antología
Resistencia en la tierra. Y habrá debates sobre “poesía en la
emergencia” y las relaciones del teatro con la poesía. “Hubo una primera
vanguardia internacional que desde el dadaísmo y el surrealismo se dio
en distintas ciudades latinoamericanas. Luego aparecieron los
movimientos de vanguardia más nacionales con los sánsicos en Ecuador –un
movimiento de ruptura muy importante–, los nadaístas en Colombia –con
una actitud irreverente de lo poético–, El Techo de la Ballena en
Venezuela –con un arraigo del surrealismo tropical– o el coloquialismo
en la Argentina. Este es un momento de mucha diversidad de las poéticas
en América latina”, plantea Villafañe a Página/12.
–En la programación del festival hay una mesa que se propone debatir
el lugar de la poesía en las políticas culturales. ¿Cuál ese lugar en
la Argentina del presente?
–Yo creo que los poetas creamos una nueva lengua dentro de la gran
lengua que hemos aprendido en nuestra infancia. Muchas veces los debates
que realizamos sobre la poesía se orientan a su interior únicamente o a
lo sumo al análisis de las tendencias literarias o de las cuestiones
estéticas, que por cierto son muy importantes; nadie lo puede
desconocer. Pero es interesante preocuparse, en tanto productores de
imágenes y metáforas, por cómo impactan y circulan nuestros poemas, cómo
se generan nuevos públicos para la poesía, cómo se trabaja en el campo
político-cultural. Las palabras cumplen un rol fundamental en la
comunicación. La soberanía del lenguaje está afectada por las nuevas
tecnologías, desde los motores de búsqueda hasta el trabajo de
comercialización que se hace con el uso de la palabra. Hoy las palabras
se venden; por lo tanto hay un mercado de palabras, hay una bolsa de
palabras que se cotiza en el mundo. Necesitamos pensar en una crítica
desde el quehacer poético. La poesía está muy naturalizada en un círculo
cerrado, pero tratamos con el festival de abrir la poesía a nuevos
públicos, a nuevos horizontes, a nuevas prácticas, a nuevas relaciones
entre la cultura y la sociedad. Hay un hecho profundo con el trabajo
existencial de la palabra, en la que el poeta está frente a su propio
escritorio. Esa condición es inamovible y debe seguir funcionando; es la
tarea creadora, esa angustia ante la hoja en blanco y el deseo de
contar, de decir. Pero hay otros contextos, otras relaciones que
aparecen hoy, que creo que son importantes. Por eso le damos al festival
de poesía, que es un acontecimiento de celebración, otras vinculaciones
con el teatro y la música, agregando al cantautor como una forma más de
hacer y de decir la poesía cantada. No es que tengamos la solución ni
la última palabra, pero queremos abrir las posibilidades para tratar de
comprender.
–Hay una paradoja en el hecho de que la poesía tiene un espacio
marginal dentro de los géneros literarios. Pero al mismo tiempo esa
marginalidad es también una fortaleza que se multiplica en la existencia
de pequeñas editoriales y otras formas de micro resistencias, ¿no?
–Hay un elogio de los márgenes, de cierta intemperie o cierta
naturaleza salvaje, por donde transitan algunas tribus o uno mismo,
porque es un estado de encuentro con uno mismo esa potencia que genera
la poesía como último refugio. Uno siente que en la imagen, en la
metáfora, está nuestro último refugio. Esa identidad es muy fuerte y hay
que seguirla cultivando porque es fundamental, porque en la medida que
se potencia ese estado desde los márgenes se potencia la comunicación
con los otros. Esa condición paradojal no tiene por qué ser
contradictoria. La contradicción se puede saldar generando espacios de
difusión y acercamientos a otros públicos. La potencia de la metáfora es
fabulosa porque, más allá del sentido común o de la conciencia que
exista de la ciudadanía, ¿quién no dijo alguna vez “volverán las oscuras
golondrinas” (Gustavo Adolfo Bécquer) o “triste y cordial como un
legítimo argentino” (González Tuñón)? Esta circulación de los versos
está instalada en lo cotidiano. Cuanta más poesía se instale desde esos
márgenes, mejor. La poesía es un género que se preserva a sí mismo de
los embates y hace de la marginalidad su propio elogio. El fenómeno de
Internet ha generado cierta inflación de lo literario, ¿no? El campo de
legitimidad, que en otras generaciones se producía a través del libro,
del soporte en papel, hoy se ha modificado. Estos fenómenos
micropoéticos generan una suerte de canon imposible, porque ¿cuál es el
canon?, ¿cuáles son los estados de conformación de legitimidad? Más allá
de que hay premios Nacionales y hay autores que uno reconoce y que se
van consolidando, existe una multiplicidad de voces que aparecen que van
alterando el canon. Hay una resistencia en los márgenes, pero en muchos
márgenes, con muchos microclimas y poéticas.
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