martes, 16 de junio de 2015

Italia Exposición Universal 2015


Milán es una fiesta 

La gran Exposición Universal de este año ya abrió sus puertas en el norte de Italia y muestra al mundo –hasta el 31 de octubre– las propuestas de 140 países y organizaciones sobre un tema clave del siglo XXI: “Nutrir al planeta, energía para la vida”.

Por Graciela Cutuli

Fotos de Pietro Baroni

 
El Árbol de la Vida, símbolo de Milán 2015, ilumina las noches de la Exposición Universal.
El mundo entero se está dando cita en Milán, y no es ninguna exageración: cerca del centro de la ciudad que es sinónimo de la moda y diseño, pero que también es la capital de Lombardía, una de las regiones más ricas e industriosas de Europa, ya comenzó la esperada Exposición Universal que muestra las propuestas de 140 países y organizaciones ante un desafío esencial de los años por venir: la alimentación y la energía. Al mismo tiempo, Milán y las ciudades cercanas despliegan un abanico casi inabarcable de exposiciones simultáneas, iniciativas culturales y aperturas de nuevas atracciones que convierten a toda la región en el faro turístico de los próximos meses. Pasen y vean: porque Expo Milán 2015 es la gran fiesta del año y concentra al mundo en torno al Decumano y el Cardo, las dos grandes avenidas que organizan sus decenas de pabellones y áreas temáticas.

El Decumano, extenso recorrido a cuyos lados se organizan los pabellones de cada país.
DEL CENTRO A LA EXPO Uno de los grandes aciertos de la Expo es la facilidad para llegar. Basta tomar el metro al pie mismo del Duomo y la Galería Vittorio Emanuele para encontrarse en la puerta después de una media hora de viaje. Un buen momento para recordar algunas de las cifras de esta exposición que espera concentrar a unos 20 millones de visitantes entre la fecha de apertura –el pasado 1 de mayo– y el cierre –el próximo 31 de octubre–. El sitio expositivo abarca 1,1 millón de metros cuadrados y los beneficios para el turismo se estiman en unos 5000 millones de euros. “Esperamos más de 250.000 personas de Argentina”, adelanta Alessandro Mancini, director de Turismo y Ticketing de la Expo, explicando que ya hay unos 45 grupos de italoargentinos que viajarán desde Buenos Aires, y 84 sumando a los de Mendoza y Mar del Plata. Y esto recién empieza: porque después de los primeros días, algo más tranquilos y con la visita de muchísimos estudiantes, el comienzo de las vacaciones europeas a partir de junio puso a Expo Milán en la mira del continente.
Lo primero que salta a la vista son las grandes avenidas y los imponentes pabellones de la exposición, coronados por el emocionante Arbol de la Vida que funciona como corazón de toda la Expo. Al atardecer, ese corazón late con luces que forman un espectáculo en sí mismo y es una de las grandes atracciones del evento.
Pero hay muchas más iniciativas que hacen de esta una ocasión única en su reflexión por el alimento y la energía, y que conforman el legado intangible que Italia se propone dejar más allá de la innovación en arquitectura y de la fiesta cultural: el Refettorio Ambrosiano, un restaurante que funciona durante estos meses en el viejo teatro de la parroquia San Martino in Greco, en la periferia noreste de la ciudad, fue creado a instancias del renombrado chef Massimo Bottura con el objetivo de transformar en platos de autor –a cargo de 40 chefs internacionales– los restos de la comida que quede de la Expo. Un mensaje claro en un marco global preocupante, cuando el despilfarro alimentario de una parte del mundo se mide en miles de millones de euros. Otro proyecto, en el mismo sentido, invita a que cien restaurantes de Milán y la región de Lombardía entreguen a sus clientes “doggy bags” –bolsitas de papel decoradas y con diseño– para alentar a llevarse a casa la comida que queda, una práctica que aún cuesta imponer en muchos países. Expo Milán también es la primera del mundo en haber publicado un Informe de Sustentabilidad, y se constituye como la mayor obra colectiva dedicada a los temas de la alimentación, con la contribución de artistas, intelectuales y científicos: como Ermanno Olmi, realizador de El árbol de los zuecos, que filmó un documental sobre la importancia del agua como emblema de vida y energía para el mundo; el oscarizado escenógrafo Dante Ferretti, que se encargó de la preparación del Cardo y el Decumano, o el arquitecto Norman Foster (uno de los varios “starchitects” participantes), que diseñó el pabellón de los Emiratos Arabes Unidos.

Brasil, uno de los favoritos gracias a la red gigante por donde caminan grandes y chicos.

MILAN “POP UP” Con la alimentación como tema, la Expo –cuyo personaje emblema, Foody, es un rostro hecho de frutas y verduras al estilo Arcimboldo– no podía sino inspirar a los chefs del mundo. Como los del restaurante “pop up” (de funcionamiento temporario) que la James Beard Foundation abre durante los meses de la exposición en Seven Stars Galleria, un hotel de lujo situado dentro de la Galleria Vittorio Emanuele, que reúne a los más renombrados chefs de Estados Unidos. Es una ocasión única para degustar, por ejemplo, las cenas de Acción de Gracias que se ofrecerán jueves de por medio. El James Beard, que funciona como dependencia del pabellón estadounidense de la Expo en pleno centro de Milán, no es el único “pop up” de estos meses: también está el Priceless Milano del Palazzo Beltrami, en la Piazza della Scala, Al Cortile –un laboratorio gastronómico de la Food Genius Academy– en Via Giovenale 7 o Marta (Via Matteo Bandello 14), de la chef Marta Pulini, que propone cocina de Reggio Emilia, región italiana célebre por su gastronomía.
Los restaurantes, sin embargo, son sólo una muestra del efecto derrame que la Expo genera en la ciudad. En estos días Milán brilla con las banderas de los países participantes sobre la avenida que lleva al Castello Sforzesco (donde se exhibe en forma excepcional la Pietà Rondanini de Miguel Angel), y acaba de inaugurar un recorrido fascinante sobre los techos de la Galleria Vittorio Emanuele, que por primera vez se pueden recorrer desde la altura de la propia cúpula gracias a un sistema de pasarelas a las que se accede desde Via Silvio Pellico 2, la misma entrada del hotel TownHouse Milano. Que tiene, a su vez, una terraza con una vista espectacular sobre el mismísimo Duomo: imperdible para tomar un trago por la tarde con vista a una de las más célebres postales de Italia. A pocos pasos se encuentra también la muestra “Leonardo 3-El mundo de Leonardo”, con réplicas de las máquinas del artista e inventor, y está a punto de abrir el primer restaurante dedicado al tenor Luciano Pavarotti.
Allí mismo, entonces, se toma el metro para desembarcar en la gran cita de la Expo.
Aunque cada uno la recorre a su manera, ordenadamente o dejándose llevar por la curiosidad de un pabellón a otro, antes de comenzar bastan unos pocos datos para ubicarse: los dos grandes ejes ortogonales, el Cardo y el Decumano, organizan el conjunto, mientras en los cuatro puntos cardinales se ubican los principales elementos icónicos de la Exposición Universal. Se trata de la Colina Mediterránea, el Open Air Theatre, el Lake Arena y el Expo Centre, donde se organizan los grandes eventos. El Cardo, de unos 400 metros, concentra la participación italiana, con espacios dedicados a los productos agroalimentarios regionales, el Palazzo Italia y el emocionante Arbol de la Vida, que domina el Lake Arena. El Decumano, por su parte, reúne en sus 1500 metros los pabellones de los diversos países, incluyendo la Argentina, donde estuvo presente el martes la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Además están los “cluster”, la gran novedad de esta exposición, áreas expositivas temáticas que reúnen a distintos países en torno a productos como las especias, el café, el arroz, el cacao, la fruta, los cereales y los tubérculos, y en torno a regiones como el bio-Mediterráneo, las islas y las zonas áridas. ¿Es todo? En absoluto. También está la Cascina Triulza, una instalación rural donde se reúnen las ONG vinculadas con la alimentación, y las Areas Temáticas: empezando por el Pabellón Zero, cuyas formas –concebidas por el arquitecto Michele De Lucchi– reproducen un trozo de la corteza terrestre. Adentro, el Teatro de la Memoria es una gigantesca biblioteca de cajones, donde cada espacio corresponde a un alimento, un animal, una práctica alimentari, y la Memoria Digital, una pantalla de dimensiones sobrehumanas con videos sobre caza, pesca, agricultura y ganadería. Hay además un gran árbol artificial que significa la resistencia de la naturaleza al cambio y la tensión del elemento terrestre hacia una espiritualidad celeste. Las otras áreas temáticas son el Children Park, un área de juegos para los chicos; el Future Food District, una suerte de “supermercado del futuro”, y el Parque de la Biodiversidad, que reproduce la variedad de la vida en un sugestivo paisaje.

El pabellón argentino, un éxito de público que presenta nuestros productos al mundo.

PAIS POR PAIS Si se quiere recorrer la Expo en un solo día, no queda más remedio que elegir. Y si no, hay que volver: son muchos los visitantes que eligen esta opción, posible gracias a las entradas para varias visitas y también al precio reducido que rige a partir del anochecer, la hora en que la iluminación le da al predio un toque mágico.
A lo largo del Decumano se suceden los pabellones de cada país, los verdaderos protagonistas de un acontecimiento que alcanza proyección mucho más allá de Italia. La Argentina resolvió el desafío con creatividad, mediante un pabellón que representa una serie de silos unidos entre sí para dar, visualmente, la idea de un sistema de engranajes metálicos: metafóricamente –bajo el lema “Argentina te alimenta”– el mensaje es que nuestro país es mucho más que un reservorio de materias primas.
Lo cierto es que nuestro pabellón tiene un enorme éxito de convocatoria: visitantes que llegan a la Expo desde todo el mundo prueban vino y empanadas argentinos, se suman a las clases de tango y los talleres de percusión, presencian los espectáculos musicales –dos veces por día se presenta Crisoles, del grupo Choque Urbano– y recorren, en el primer piso, el logrado audiovisual que homenajea nuestros diferentes paisajes, el aporte de los inmigrantes y la riqueza de nuestra tierra. “Argentina alimenta a su pueblo, al mundo y también el debate”, puntualizó Marcelo Riva, director del pabellón, a TurismoI12. “Tenemos una propuesta comercial, turística y gastronómica, pero quisimos mostrar que la Argentina es mucho más que un silo o un productor de granos; queremos mostrar que la Argentina es valor agregado. Se permite libertad al visitante, a través de un espacio de promoción de los productos argentinos”. Y como la Expo 2015 es una gran vidriera de la alimentación de cada país, aquí se puede probar carne, locro, empanadas, pescados, alfajores, panqueques con dulce de leche, además de productos originales como la granita (granizado) a base de Torrontés o Malbec. “También estamos empezando a hacer degustaciones de fernet cola, de hecho hacemos mucho hincapié en que el visitante sea el protagonista de las experiencias, como ocurre en el taller de percusión, donde se puede participar y bailar”, agregó Riva, subrayando el “posicionamiento positivo del pabellón, es un lugar vivo, de buena energía y buena onda. Los medios locales lo definen como una muestra admirablemente interesante y divertida, y de hecho estamos recibiendo entre siete y ocho mil personas por día”.
Otros pabellones también se destacan por la convocatoria, el diseño y la innovación de su propuesta: empezando por Brasil, siempre con largas colas de grandes y chicos para subir a caminar por una enorme red bajo la cual se encuentran las plantas típicas del país, reconstruyendo idealmente el recorrido de las curvas del Amazonas. China impacta con su instalación de coloridos led, en un pabellón de elegantes curvas construido en materiales reciclables; los Emiratos Arabes con su representación arquitectónica de las dunas del desierto y un film sobre la importancia del agua; Estados Unidos con su invitación a conocer la American Food 2.0; Gran Bretaña con su gigantesco panal de abejas; Austria con una recreación de los bosques de sus regiones montañosas en un área de silencio y frescura; Francia con los perfumes y sabores de una tradición gastronómica que ha dado la vuelta al mundo; México con el diseño del pabellón inspirado en la forma de una mazorca de maíz. Hay quien no deja de notar los “milagros” de una Exposición Universal: que el pabellón de Estados Unidos sea vecino de Irán, y el de Israel del Vaticano, por citar sólo algunos. Pero sobre todo, Expo Milán 2015 es un universo de experiencias: desde sentarse al lado de la escultura que representa a Lucio Dalla sentado “casualmente” en un banco del Decumano, hasta deleitarse con los sabores del chocolate en el Bar Nutella; desde tentarse con la cocina regional italiana en el pabellón Eataly hasta ser atendido por un robot en el Future Food District. Cada paso es una sorpresa, y cada paso tiene un sabor diferente, pero siempre bajo el signo de la innovación y de la inquietud por estos temas que Milán plantea hoy –alimentación y energía– y que el mundo deberá responder no más tarde que mañana.

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