Milán es una fiesta
La gran Exposición Universal de este año ya abrió sus puertas en el norte de Italia y muestra al mundo –hasta el 31 de octubre– las propuestas de 140 países y organizaciones sobre un tema clave del siglo XXI: “Nutrir al planeta, energía para la vida”.
Por Graciela Cutuli
Fotos de Pietro Baroni
El mundo entero se está dando cita en Milán, y no es ninguna
exageración: cerca del centro de la ciudad que es sinónimo de la moda y
diseño, pero que también es la capital de Lombardía, una de las regiones
más ricas e industriosas de Europa, ya comenzó la esperada Exposición
Universal que muestra las propuestas de 140 países y organizaciones ante
un desafío esencial de los años por venir: la alimentación y la
energía. Al mismo tiempo, Milán y las ciudades cercanas despliegan un
abanico casi inabarcable de exposiciones simultáneas, iniciativas
culturales y aperturas de nuevas atracciones que convierten a toda la
región en el faro turístico de los próximos meses. Pasen y vean: porque
Expo Milán 2015 es la gran fiesta del año y concentra al mundo en torno
al Decumano y el Cardo, las dos grandes avenidas que organizan sus
decenas de pabellones y áreas temáticas.
El Decumano, extenso recorrido a cuyos lados se organizan los pabellones de cada país.
DEL CENTRO A LA EXPO
Uno de los grandes aciertos de la Expo es la facilidad para llegar.
Basta tomar el metro al pie mismo del Duomo y la Galería Vittorio
Emanuele para encontrarse en la puerta después de una media hora de
viaje. Un buen momento para recordar algunas de las cifras de esta
exposición que espera concentrar a unos 20 millones de visitantes entre
la fecha de apertura –el pasado 1 de mayo– y el cierre –el próximo 31 de
octubre–. El sitio expositivo abarca 1,1 millón de metros cuadrados y
los beneficios para el turismo se estiman en unos 5000 millones de
euros. “Esperamos más de 250.000 personas de Argentina”, adelanta
Alessandro Mancini, director de Turismo y Ticketing de la Expo,
explicando que ya hay unos 45 grupos de italoargentinos que viajarán
desde Buenos Aires, y 84 sumando a los de Mendoza y Mar del Plata. Y
esto recién empieza: porque después de los primeros días, algo más
tranquilos y con la visita de muchísimos estudiantes, el comienzo de las
vacaciones europeas a partir de junio puso a Expo Milán en la mira del
continente.
Lo primero que salta a la vista son las grandes avenidas y los
imponentes pabellones de la exposición, coronados por el emocionante
Arbol de la Vida que funciona como corazón de toda la Expo. Al
atardecer, ese corazón late con luces que forman un espectáculo en sí
mismo y es una de las grandes atracciones del evento.
Pero hay muchas más iniciativas que hacen de esta una ocasión única
en su reflexión por el alimento y la energía, y que conforman el legado
intangible que Italia se propone dejar más allá de la innovación en
arquitectura y de la fiesta cultural: el Refettorio Ambrosiano, un
restaurante que funciona durante estos meses en el viejo teatro de la
parroquia San Martino in Greco, en la periferia noreste de la ciudad,
fue creado a instancias del renombrado chef Massimo Bottura con el
objetivo de transformar en platos de autor –a cargo de 40 chefs
internacionales– los restos de la comida que quede de la Expo. Un
mensaje claro en un marco global preocupante, cuando el despilfarro
alimentario de una parte del mundo se mide en miles de millones de
euros. Otro proyecto, en el mismo sentido, invita a que cien
restaurantes de Milán y la región de Lombardía entreguen a sus clientes
“doggy bags” –bolsitas de papel decoradas y con diseño– para alentar a
llevarse a casa la comida que queda, una práctica que aún cuesta imponer
en muchos países. Expo Milán también es la primera del mundo en haber
publicado un Informe de Sustentabilidad, y se constituye como la mayor
obra colectiva dedicada a los temas de la alimentación, con la
contribución de artistas, intelectuales y científicos: como Ermanno
Olmi, realizador de El árbol de los zuecos, que filmó un documental
sobre la importancia del agua como emblema de vida y energía para el
mundo; el oscarizado escenógrafo Dante Ferretti, que se encargó de la
preparación del Cardo y el Decumano, o el arquitecto Norman Foster (uno
de los varios “starchitects” participantes), que diseñó el pabellón de
los Emiratos Arabes Unidos.
Brasil, uno de los favoritos gracias a la red gigante por donde caminan grandes y chicos.
MILAN “POP UP” Con
la alimentación como tema, la Expo –cuyo personaje emblema, Foody, es un
rostro hecho de frutas y verduras al estilo Arcimboldo– no podía sino
inspirar a los chefs del mundo. Como los del restaurante “pop up” (de
funcionamiento temporario) que la James Beard Foundation abre durante
los meses de la exposición en Seven Stars Galleria, un hotel de lujo
situado dentro de la Galleria Vittorio Emanuele, que reúne a los más
renombrados chefs de Estados Unidos. Es una ocasión única para degustar,
por ejemplo, las cenas de Acción de Gracias que se ofrecerán jueves de
por medio. El James Beard, que funciona como dependencia del pabellón
estadounidense de la Expo en pleno centro de Milán, no es el único “pop
up” de estos meses: también está el Priceless Milano del Palazzo
Beltrami, en la Piazza della Scala, Al Cortile –un laboratorio
gastronómico de la Food Genius Academy– en Via Giovenale 7 o Marta (Via
Matteo Bandello 14), de la chef Marta Pulini, que propone cocina de
Reggio Emilia, región italiana célebre por su gastronomía.
Los restaurantes, sin embargo, son sólo una muestra del efecto
derrame que la Expo genera en la ciudad. En estos días Milán brilla con
las banderas de los países participantes sobre la avenida que lleva al
Castello Sforzesco (donde se exhibe en forma excepcional la Pietà
Rondanini de Miguel Angel), y acaba de inaugurar un recorrido fascinante
sobre los techos de la Galleria Vittorio Emanuele, que por primera vez
se pueden recorrer desde la altura de la propia cúpula gracias a un
sistema de pasarelas a las que se accede desde Via Silvio Pellico 2, la
misma entrada del hotel TownHouse Milano. Que tiene, a su vez, una
terraza con una vista espectacular sobre el mismísimo Duomo: imperdible
para tomar un trago por la tarde con vista a una de las más célebres
postales de Italia. A pocos pasos se encuentra también la muestra
“Leonardo 3-El mundo de Leonardo”, con réplicas de las máquinas del
artista e inventor, y está a punto de abrir el primer restaurante
dedicado al tenor Luciano Pavarotti.
Allí mismo, entonces, se toma el metro para desembarcar en la gran cita de la Expo.
Aunque cada uno la recorre a su manera, ordenadamente o dejándose
llevar por la curiosidad de un pabellón a otro, antes de comenzar bastan
unos pocos datos para ubicarse: los dos grandes ejes ortogonales, el
Cardo y el Decumano, organizan el conjunto, mientras en los cuatro
puntos cardinales se ubican los principales elementos icónicos de la
Exposición Universal. Se trata de la Colina Mediterránea, el Open Air
Theatre, el Lake Arena y el Expo Centre, donde se organizan los grandes
eventos. El Cardo, de unos 400 metros, concentra la participación
italiana, con espacios dedicados a los productos agroalimentarios
regionales, el Palazzo Italia y el emocionante Arbol de la Vida, que
domina el Lake Arena. El Decumano, por su parte, reúne en sus 1500
metros los pabellones de los diversos países, incluyendo la Argentina,
donde estuvo presente el martes la presidenta Cristina Fernández de
Kirchner. Además están los “cluster”, la gran novedad de esta
exposición, áreas expositivas temáticas que reúnen a distintos países en
torno a productos como las especias, el café, el arroz, el cacao, la
fruta, los cereales y los tubérculos, y en torno a regiones como el
bio-Mediterráneo, las islas y las zonas áridas. ¿Es todo? En absoluto.
También está la Cascina Triulza, una instalación rural donde se reúnen
las ONG vinculadas con la alimentación, y las Areas Temáticas: empezando
por el Pabellón Zero, cuyas formas –concebidas por el arquitecto
Michele De Lucchi– reproducen un trozo de la corteza terrestre. Adentro,
el Teatro de la Memoria es una gigantesca biblioteca de cajones, donde
cada espacio corresponde a un alimento, un animal, una práctica
alimentari, y la Memoria Digital, una pantalla de dimensiones
sobrehumanas con videos sobre caza, pesca, agricultura y ganadería. Hay
además un gran árbol artificial que significa la resistencia de la
naturaleza al cambio y la tensión del elemento terrestre hacia una
espiritualidad celeste. Las otras áreas temáticas son el Children Park,
un área de juegos para los chicos; el Future Food District, una suerte
de “supermercado del futuro”, y el Parque de la Biodiversidad, que
reproduce la variedad de la vida en un sugestivo paisaje.
El pabellón argentino, un éxito de público que presenta nuestros productos al mundo.
PAIS POR PAIS Si se
quiere recorrer la Expo en un solo día, no queda más remedio que elegir.
Y si no, hay que volver: son muchos los visitantes que eligen esta
opción, posible gracias a las entradas para varias visitas y también al
precio reducido que rige a partir del anochecer, la hora en que la
iluminación le da al predio un toque mágico.
A lo largo del Decumano se suceden los pabellones de cada país, los
verdaderos protagonistas de un acontecimiento que alcanza proyección
mucho más allá de Italia. La Argentina resolvió el desafío con
creatividad, mediante un pabellón que representa una serie de silos
unidos entre sí para dar, visualmente, la idea de un sistema de
engranajes metálicos: metafóricamente –bajo el lema “Argentina te
alimenta”– el mensaje es que nuestro país es mucho más que un reservorio
de materias primas.
Lo cierto es que nuestro pabellón tiene un enorme éxito de
convocatoria: visitantes que llegan a la Expo desde todo el mundo
prueban vino y empanadas argentinos, se suman a las clases de tango y
los talleres de percusión, presencian los espectáculos musicales –dos
veces por día se presenta Crisoles, del grupo Choque Urbano– y recorren,
en el primer piso, el logrado audiovisual que homenajea nuestros
diferentes paisajes, el aporte de los inmigrantes y la riqueza de
nuestra tierra. “Argentina alimenta a su pueblo, al mundo y también el
debate”, puntualizó Marcelo Riva, director del pabellón, a TurismoI12.
“Tenemos una propuesta comercial, turística y gastronómica, pero
quisimos mostrar que la Argentina es mucho más que un silo o un
productor de granos; queremos mostrar que la Argentina es valor
agregado. Se permite libertad al visitante, a través de un espacio de
promoción de los productos argentinos”. Y como la Expo 2015 es una gran
vidriera de la alimentación de cada país, aquí se puede probar carne,
locro, empanadas, pescados, alfajores, panqueques con dulce de leche,
además de productos originales como la granita (granizado) a base de
Torrontés o Malbec. “También estamos empezando a hacer degustaciones de
fernet cola, de hecho hacemos mucho hincapié en que el visitante sea el
protagonista de las experiencias, como ocurre en el taller de percusión,
donde se puede participar y bailar”, agregó Riva, subrayando el
“posicionamiento positivo del pabellón, es un lugar vivo, de buena
energía y buena onda. Los medios locales lo definen como una muestra
admirablemente interesante y divertida, y de hecho estamos recibiendo
entre siete y ocho mil personas por día”.
Otros pabellones también se destacan por la convocatoria, el diseño y
la innovación de su propuesta: empezando por Brasil, siempre con largas
colas de grandes y chicos para subir a caminar por una enorme red bajo
la cual se encuentran las plantas típicas del país, reconstruyendo
idealmente el recorrido de las curvas del Amazonas. China impacta con su
instalación de coloridos led, en un pabellón de elegantes curvas
construido en materiales reciclables; los Emiratos Arabes con su
representación arquitectónica de las dunas del desierto y un film sobre
la importancia del agua; Estados Unidos con su invitación a conocer la
American Food 2.0; Gran Bretaña con su gigantesco panal de abejas;
Austria con una recreación de los bosques de sus regiones montañosas en
un área de silencio y frescura; Francia con los perfumes y sabores de
una tradición gastronómica que ha dado la vuelta al mundo; México con el
diseño del pabellón inspirado en la forma de una mazorca de maíz. Hay
quien no deja de notar los “milagros” de una Exposición Universal: que
el pabellón de Estados Unidos sea vecino de Irán, y el de Israel del
Vaticano, por citar sólo algunos. Pero sobre todo, Expo Milán 2015 es un
universo de experiencias: desde sentarse al lado de la escultura que
representa a Lucio Dalla sentado “casualmente” en un banco del Decumano,
hasta deleitarse con los sabores del chocolate en el Bar Nutella; desde
tentarse con la cocina regional italiana en el pabellón Eataly hasta
ser atendido por un robot en el Future Food District. Cada paso es una
sorpresa, y cada paso tiene un sabor diferente, pero siempre bajo el
signo de la innovación y de la inquietud por estos temas que Milán
plantea hoy –alimentación y energía– y que el mundo deberá responder no
más tarde que mañana.
http://www.pagina12.com.ar
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