Por unanimidad, con 56 votos a favor y en sesión extraordinaria, el proyecto elaborado por el interbloque del FpV se convirtió en ley. Esto sucedió contra todos los pronósticos desalentadores que auguraban que el debate pasaría para el año que viene.
Hubo festejos ayer en la Legislatura. La ley llegó para cubrir un vacío legal.
Imagen: Guadalupe Lombardo
Ayer fue un día de fiesta para la cultura independiente. Tras una larga lucha, que cobró impulso hace cuatro años, los centros culturales independientes cuentan con una ley que reconoce su existencia y que los protege de las repetidas –y, a menudo, insólitas– clausuras de los inspectores de la Agencia Gubernamental de Control: por unanimidad, con 56 votos a favor y en sesión extraordinaria, la Legislatura porteña sancionó la Ley de Centros Culturales. Esto sucedió contra todos los pronósticos desalentadores que auguraban que el debate pasaría para el año que viene. “Centro cultural: espacio no convencional y/o experimental y/o multifuncional en el que se realicen manifestaciones artísticas de cualquier tipología, que signifiquen espectáculos, funciones, festivales, bailes, exposiciones, instalaciones y/o muestras con participación directa o tácita de los intérpretes y/o asistentes”, se lee en el primer artículo de la nueva norma.
El debate se había iniciado en la Legislatura en agosto. Costó conseguirla y la noticia fue bastante sorpresiva. El proyecto que se votó fue elaborado por el interbloque del Frente para la Victoria (FpV) con relación a un documento que había armado, tiempo atrás, el Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA). Este colectivo agrupa a los gestores de una veintena de centros culturales. El jueves pasado, el PRO intentó el tratamiento de la Ley de Centros Culturales, pero introduciendo modificaciones sustanciales que no agradaron ni al sector ni a los legisladores que lo venían acompañando en espíritu. Por eso, el debate siguió ayer. Pero hasta las últimas horas del miércoles se creía que otra vez quedaría trunco. Eso decían muchos medios de comunicación. A último momento se dio vuelta el tablero a favor de la cultura alternativa.
“Es un día para celebrar: muy pocas veces en la Legislatura se vota en forma unánime un proyecto que tiende a transformar la vida de un sector de la comunidad”, destacó en diálogo con Página/12 Lorena Pokoik, legisladora del Frente para la Victoria. Algunos medios dispersaron el rumor de que Florencia Macri, la hermana del jefe de Gobierno, que es cineasta y fotógrafa, había telefoneado al funcionario para destrabar la ley. Según esta versión telenovelera, Macri habría llamado después de eso a Cristian Ritondo, vicepresidente primero de la Legislatura, y le habría pedido que se reunieran. Otra lectura posible es el costo político que le hubiera implicado al macrismo terminar el año sin la Ley de Centros Culturales. El jueves 11, mientras se conocía que el PRO ponía palos en la rueda, se armó una impactante manifestación en Perú al 100 que, según los organizadores, reunió a 7 mil personas. “La cultura no se clausura”, se leía en las pancartas.
Sancionada con el consenso de todos los bloques, la ley llegó para cubrir un vacío legal, ya que no existía hasta este momento una norma que contemplara la figura del “centro cultural”, cuya particularidad es la heterogeneidad de propuestas artísticas que caben en él. Se venían sucediendo las clausuras, a veces por motivos injustificados: hubo más de sesenta casos en ocho meses. Claudio Gorenman, de MECA y referente de Abogados Culturales –plataforma que asesora al sector independiente– enumeró cuáles son las “cosas importantes” que el texto promueve: “Se permiten música y baile, el trámite para la habilitación es gratuito, se puede funcionar con el inicio del trámite, hay excepciones en materia de accesibilidad y la zonificación (los distritos donde los centros pueden abrir) es amplia”.
“Los centros culturales funcionan como espacios de interacción comunitaria. En ellos se brindan talleres artísticos, se crean medios de comunicación, se desarrollan espacios de educación popular, y se les brinda lugar a distintos artistas o colectivos artísticos para mostrar su arte. La finalidad no es el lucro ni la mera difusión de expresiones artísticas, sino la participación de los vecinos como protagonistas en la producción de cultura popular”, sostienen los fundamentos de la iniciativa.
A partir de la ley, los centros culturales serán clasificados en cuatro categorías según su capacidad de asistentes. El centro cultural Clase A podrá recibir hasta 150 personas, el Clase B de 151 a 300 personas, el Clase C desde 301 hasta 500 personas y el Clase D, más de 500 personas. La clasificación contempla, asimismo, la cantidad de metros cuadrados. Además, los espacios deberán estar inscriptos en el Registro de Usos Culturales, dependiente de la Subdirección de Regímenes de Promoción Cultural de la Dirección General Técnica Administrativa y Legal del Ministerio de Cultura, y presentar un informe anual de las actividades que realizan. Otros aspectos que regula la ley son la venta de libros, discos, bebidas y alimentos, los planos, ventilación e iluminación, instalación eléctrica y primeros auxilios.
Otra ley está en consonancia con la anterior y es la que remite a la zonificación. La norma se desdobló. “Si creo un rubro nuevo que no existía, tengo no sólo que decir en qué consiste sino dónde puede existir”, explica Gorenman. Esto modifica el Código de Planeamiento Urbano, por lo que el año próximo debe haber audiencias públicas para que los vecinos hablen a favor o en contra de la existencia de estos espacios. Este procedimiento recibe el nombre de doble lectura. “Fue una locura”, dijo Gorenman sobre la aprobación de la ley, que fue el único tema que se abordó en la sesión de ayer. “Todos los discursos elogiaron el consenso a la sociedad civil. Esto es un ejemplo de democracia. ¡Los propios legisladores no lo podían creer! El PRO estuvo impecable... Estaban todos sorprendidos. Hoy hubo felicidad en la Legislatura. Fue una sesión surrealista. Estaban todos de acuerdo. Aplaudimos todos los discursos. Fue muy fuerte para nosotros. Porque la ley es buena realmente.”
“Este es un día increíble, una conquista, un reconocimiento”, sostenía ayer en la puerta de la Legislatura Mariano Viceconte, de MECA y codirector de El Quetzal, mientras algunos artistas, docentes, estudiantes y gestores se agrupaban para escuchar a la banda Villa Diamante, y bailaban canciones de Onda Vaga, tomando cerveza y fernet para hacer frente al calor apabullante. Demián Adler, de Vuela el Pez Club de Arte, calificó al día como “histórico”: “Buenos Aires es una capital cultural. Si hay un fuego que está vivo es el del arte. Que en una enorme ciudad hayan trabado tanto el ámbito independiente es un delirio. Esto es ser un poco más libres. Y es un capítulo nuevo en la historia de la gestión cultural”.
Es para destacar el espíritu del proyecto. Todos los pasos que se fueron enhebrando para que se convierta en norma. Todos los intentos de los gestores y artistas. Una juntada de firmas. La gigante movilización del jueves pasado, entre otras tantas. Una intervención con música en la AGC, reclamando más conocimiento e información en los inspectores. La redacción de un proyecto. Todo surgió de ellos y luego hubo una feliz consonancia con el poder político.
Con antecedentes como el del colectivo de Espacios Escénicos Autónomos (Escena), que consiguió modificaciones importantes para el ámbito de teatro independiente, o la lucha de la Asociación Argentina del Teatro Independiente (Artei), actuó MECA, el colectivo que redactó el proyecto de ley que posteriormente tomó el kirchnerismo. Hubo un intento, antes, de presentarlo por iniciativa popular: se consiguieron 30 mil firmas de porteños en apoyo. Hace un mes se conformó un frente muy amplio llamado Cultura Unida que viene reuniéndose en asambleas todos los martes. A la lucha de MECA se sumaron otras. Cultura Unida junta a MECA, Escena, Artei, Seamos Libres, Roja y Blanca, Potencia Unida por la Cultura, el Frente de Artistas Ambulantes Organizados y Abogados Culturales.
“Lo más importante es que esta es una ley que no solamente sale por iniciativa del interbloque, sino que recoge una iniciativa popular y seis años de debate. Yo pertenezco a MECA”, deslizó el legislador Pablo Ferreyra (Seamos Libres). “Fueron seis años en que los centros culturales estuvieron legitimados popularmente, pero el gobierno macrista aplicó penalidades sobre ellos. Este último año recorrimos la posibilidad de traerla a la Legislatura.” A comienzos de noviembre, en el marco de la discusión por el Presupuesto 2015, el ministro de Cultura de la Ciudad, había admitido la necesidad de abordar una ley para los centros culturales. “Había un marco bisagra. Pasamos por varias instancias, fue un debate muy arduo, porque el PRO tiene una mirada restrictiva de la cultura, muy mercantilista. Más orientada al consumidor que al productor. Este fue un recorrido largo que no reduciría a una sesión ni una intervención legislativa: es producto de un debate con la sociedad civil”, concluyó.
Edgardo Form, de Nuevo Encuentro, sostuvo: “Esta ley es un nuevo piso de derechos que se consagra para la ciudadanía porteña, porque los centros culturales pueden desplegar una variedad de iniciativas que tienen que ver con la difusión de los valores de la cultura universal, popular, de las tradiciones de nuestros barrios y de nuestro país. Incluso, dará lugar, seguramente, a nuevas figuras de la actividad cultural. Con la ley se trata de establecer la democratización de la cultura, para que pueda penetrar en todos los intersticios de la sociedad”. Este punto que menciona el legislador es fundamental: la democratización. Porque muchos de estos espacios abren sus puertas lejos del centro y, por otro lado, ponen por sobre el lucro la actividad artística. “Esta es una ley que da trabajo a los artistas de los barrios y que favorece la descentralización”, coincidió Viceconte. Y otro ítem que la ley no descuida es la seguridad. La tragedia de Cromañón sobrevoló, indefectiblemente, la propuesta de MECA que hoy es ley: “Contempla las medidas de seguridad necesarias para garantizar que no haya inconvenientes con los asistentes”, recalcó Form.
“Se habían caído todos los acuerdos. El martes hicimos una conferencia denunciando que el PRO insistía en poner medidas restrictivas”, dijo Pokoik, que además de legisladora es presidenta de una entidad sin fines de lucro, la Homero Manzi. “A partir de la sanción concluye la etapa de clausuras e ingresamos en un nuevo tiempo de reconocimiento de estos espacios. Marca un nuevo piso de reconocimiento a las experiencias culturales autogestivas de todos los barrios de la ciudad de Buenos Aires. Este texto impulsado por el FpV se consensuó tanto con MECA como con los espacios culturales de Unidos y Organizados. Fue una ley con mucho diálogo y debate interno”, subrayó.
A partir de ahora, los centros culturales no tendrán que esconderse ni disfrazarse, y eso también hay que destacarlo. ¿Qué los define, más allá de lo que dice la ley? Que están lejos del centro, que intentan un vínculo estrecho con la comunidad, que el criterio artístico está por sobre el económico, que surgieron, la mayoría, luego de la tragedia de Cromañón. Que abordan múltiples disciplinas. Que se gestionan colectivamente. Hasta ahora funcionaban escondidos, invisibles, en peligro. A partir de este 17 de diciembre se les presenta un nuevo panorama.
http://www.pagina12.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario