Pequeños espacios, grandes ideas
Ese es uno de los ejes de Casa FOA, que se realiza en la mágica Abadía de San Benito.
Berto González Montaner*
Cada tanto Casa FOA nos regala una sorpresa. Esta vez, los claustros
de la Abadía San Benito, un lugar detenido en el tiempo, casi
desconocido, lleno de encanto y magia, que emerge de la barranca sobre
Luis María Campos en Palermo. En ese solar desembarcaron arquitectos,
decoradores y paisajistas para intervenir el patio central, sus
inconclusas galerías, largos pasillos y pequeñas celdas donde vivían los
monjes, además de la biblioteca y la capilla que, ahora transformadas y
con la nueva cafetería, quedarán para la congregación benedictina.
Los
tres premios otorgados en la 31° edición de la muestra son una buena
foto del nivel de creatividad a la que han llegado nuestros diseñadores.
El Auditorio Masisa, creado por el arquitecto Jorge Muradas
y Eliana Elesagaray, que recibió la Medalla de Oro a la Arquitectura y
Diseño de Interiores “Mercedes Malbrán de Campos” es impactante. ¿A
quién se le hubiera ocurrido que al pintar toda la carcasa de la capilla
existente de blanco e invertir el escenario, poniéndolo del otro lado
del retablo, conseguiría convertir un lugar religioso en
un auditorio laico? ¿Qué más? Los bancos simples y geométricos y los
pisos con un mismo material: una melamina de madera clara y una cuidada
iluminación a través de gargantas y unas pocas y cálidas luminarias.
La
Medalla de Plata, en la misma categoría, se la llevó Julio Oropel. Vi
unos pocos meses atrás la pileta de natación abandonada, justo en la
base de la imponente iglesia abacial. ¿Quién podría hacer de ese lugar
algo bello? Oropel revistió toda la pileta con un deck de madera y la
convirtió en una suerte de anfiteatro al aire libre. Y por encima le
colocó una especie de pérgola, también de madera, que resuelve muy bien
el pasaje de escala monumental de la iglesia a la más doméstica del
claustro. Como me alertó Carolina Giavarini, una de los jurados del
Premio Buenos Aires Design, esas maderas “parecen los andamios de una
obra en construcción”. Oropel aprovecha la condición existente, tabiques
y contrafuertes de hormigón parcialmente revestidos en ladrillo, arcos y
columnas de galerías que quedaron sin techar y superficies sin revocar,
para generar una poética de la construcción.
Algo así está en el
adn de la propuesta del Patio Central para ARQ, ganadora de la Medalla
de Plata al Paisajismo. Unas cintas plásticas de colores que “rayan” de
punta a punta el jardín del claustro benedictino, una instalación que a
muchos visitantes recuerda las cintas de seguridad usadas en obras en
construcción. Lo cierto es que las jóvenes arquitectas Juliana Zorza y
Julia Daurich Bouvier se las ingeniaron para hacer una propuesta de alto
impacto y bajo presupuesto. Crear una superficie, una nueva naturaleza
artificial, por encima del césped. “Queríamos intervenir el jardín con
un solo elemento que cubriera todo”, dijeron.
Las propuestas
conceptuales no sólo se lucen en la gran escala. También, como en el
caso de Studio para Tupperware, hacen su aporte a una problemática muy
actual: ¿cómo lograr calidad de vida en espacios cada vez más reducidos?
La idea de Kraviez-Matayoshi-Barousse es un multiespacio blanco
subdividido por cortinas traslúcidas, con sillón, mesas y mesitas
móviles, kitchenette, inodoro, ducha y área de guardado en una celda.
Las cortinas se corren y es posible armar configuraciones para dormir,
trabajar, comer, higienizarse.
Esta edición de FOA se destaca
también porque las habitaciones intervenidas tienen dimensiones más
cercanas a las casas y departamentos habituales. Soluciones accesibles,
como el comedor diario de Judith Babour, la cocina ultrafuncional de
Gabi López, los cuartos para chicos de Cuniolo, el de nena de Muchnik
& Design Team, la suite de Diana y Eliana Gradel o el estar de Diana
Reisfeld, todos resueltos en sólo 20 m2.
* Editor general ARQ
http://www.clarin.com
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