domingo, 3 de agosto de 2014

Mejorando

Trenes chinos: a diez días del estreno,los pasajeros del Sarmiento dicen viajar mejor

Destacan que las nuevas formaciones son más seguras y silenciosas; en las viejas, aunque ya no se producen las históricas aglomeraciones, sigue habiendo asientos rotos, puertas que no cierran y ausencia de iluminación y calefacción.

Por Agustina Mac Mullen | LA NACIÓN

Algo empezó a cambiar en el servicio de la línea Sarmiento, la de la tragedia DE once que se llevó 51 vidas y dejó casi 700 heridos.
Desde que se incorporaron diez nuevas formaciones en el trayecto que une Moreno con Once, hay por lo menos dos maneras de viajar: la de la comodidad de los trenes nuevos y la otra, la de siempre. Por lo menos, en el peor de los casos, los usuarios reconocen que ya no viajan apiñados como ganado. La presencia de diez nuevas formaciones, en principio, logró una mejora en las frecuencias de los servicios que, en hora pico, pasan cada diez minutos. LA NACION, incluso, pudo constatar que pasajeros que habían dejado de usar el deteriorado ramal optaron por volver.
Los nuevos coches chinos tienen cámaras de seguridad en los vagones, son silenciosos y cuentan con puertas y carteles indicadores que funcionan; en los antiguos, en cambio, no hay policías, las puertas no cierran y en algunos vagones abunda el dulzón aroma a marihuana recién fumada.
Los pasajeros del Sarmiento que el jueves esperaban el tren en la estación Moreno ingresaron a los vagones a las 7.12 con una actitud distinta. No entraron corriendo para tratar de hallar un asiento libre. Es que la frecuencia mejoró tras la incorporación de los diez trenes nuevos y la falta de espacio dejó de ser la mayor preocupación de la gente.
"Bienvenido a bordo The Sarmiento Line", podía leerse en una pantalla luminosa dentro de cada vagón del flamante vagón chino, equipado con toda la tecnología. Y si bien ya hace más de diez días que se sumaron estas formaciones, los usuarios todavía están impresionados. Sucede que los trenes no sólo llegan a tiempo, sino que, además, cada uno de los vagones tienen dos cámaras de seguridad, están limpios, iluminados, tienen calefacción, las señaléticas con los nombres de las estaciones funcionan y dos efectivos de la Policía Federal custodian los andenes.
La mayoría de los pasajeros ya habían experimentado cómo es viajar en las flamantes formaciones, pero para otros era la primera vez. "Hoy volví a tomar el Sarmiento, después de casi dos años. Había dejado de usarlo porque era imposible entrar en hora pico y, aunque demoraba más, prefería trasladarme en colectivo. Volver a usar un tren que funcione es un placer", contó Marcela Braile, una pasajera de Versailles que se subió en Liniers y se bajó en Once, donde trabaja.
Tal es la tranquilidad que había dentro del tren en pleno viaje, que algunos pasajeros aprovecharon el primer tramo del recorrido para dormir, leer y escuchar música en sus asientos. Y si bien en Morón ingresó el mayor caudal de usuarios, que se ubicó en los pasillos, nunca llegó a congestionar el paso entre los vagones. Lo mismo ocurrió en Ramos Mejía, a las 8.06.
"Viajar en estos trenes es maravilloso; no se siente el ruido por el paso de las vías", comentó Jorge Moreno, un comerciante de Merlo que siempre se baja en Liniers, donde trabaja. En tanto, lo que más disfrutó Griselda Gerez, una mujer de Moreno que se gana la vida limpiando en una casa de familia en el centro porteño, es poder respirar: "Siempre que llego a Once, me bajo ahogada por el humo de la marihuana que fuman en el furgón. Pero eso en este tren no pasa, porque está la policía".
Sin embargo, el viaje no es igual en todas las formaciones. En los antiguos Toshiba, en cambio, todo sigue tan deteriorado como siempre, a pesar de que todos los pasajeros pagan el boleto único de $ 1,10. Así lo pudo comprobar lanacion cuando a las 8.10 se bajó del coche nuevo en Liniers y tomó, diez minutos más tarde, uno de los siete trenes que todavía no se renovaron.
El contraste fue contundente: en cada vagón sólo estaba prendida la mitad de las luces disponibles. También escaseaban los carteles con los nombres de las estaciones de la red. Además, hacía frío por la falta de calefacción, los asientos -o lo que quedaba de ellos- estaban rotos, algunas puertas no cerraban y era imposible caminar entre los vagones porque a las puertas internas le faltan los picaportes.
Como tampoco había policías recorriendo los furgones, un grupo de adolescentes fumaba marihuana en el segundo vagón mientras el resto de los pasajeros tosían. "Ya estoy acostumbrado a estas cosas. No digo nada porque me da miedo que reaccionen mal", dijo Matías Rodríguez, un repartidor de mercadería que se subió al tren en Castelar y se bajó en Flores.
El resto del viaje hasta Once estuvo acompañado por el fuerte ruido del traqueteo sobre las vías. Además, el ferrocarril circuló a una velocidad inferior al anterior y se detuvo sin razón aparente tres veces.
"Por lo menos ahora nos subimos al tren y ya no viajamos tan apretados", dijo Mauro Roldán, un joven de Paso del Rey que trabaja en el microcentro.
Cuando faltaban pocos minutos para llegar a Once, la mayoría de los pasajeros caminaron hacia los primeros vagones para poder salir antes y, posiblemente, llegar a tiempo a sus trabajos. A las 8.45, el tren se detuvo y la multitud se perdió por los pasillos de la estación. Los vagones quedaron vacíos y dejaron, más a la vista aún, el deterioro al que todavía deben someterse miles de viajeros.

http://www.lanacion.com.ar

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