Trenes chinos: a diez días del estreno,los pasajeros del Sarmiento dicen viajar mejor
Destacan que las nuevas formaciones son más seguras y silenciosas; en
las viejas, aunque ya no se producen las históricas aglomeraciones,
sigue habiendo asientos rotos, puertas que no cierran y ausencia de
iluminación y calefacción.
Por Agustina Mac Mullen | LA NACIÓN
Algo empezó a cambiar en el servicio de la línea Sarmiento, la de la tragedia DE once que se llevó 51 vidas y dejó casi 700 heridos.
Desde
que se incorporaron diez nuevas formaciones en el trayecto que une
Moreno con Once, hay por lo menos dos maneras de viajar: la de la comodidad de los trenes nuevos
y la otra, la de siempre. Por lo menos, en el peor de los casos, los
usuarios reconocen que ya no viajan apiñados como ganado. La presencia
de diez nuevas formaciones, en principio, logró una mejora en las
frecuencias de los servicios que, en hora pico, pasan cada diez minutos.
LA NACION, incluso, pudo constatar que pasajeros que habían dejado de
usar el deteriorado ramal optaron por volver.
Los nuevos coches
chinos tienen cámaras de seguridad en los vagones, son silenciosos y
cuentan con puertas y carteles indicadores que funcionan; en los
antiguos, en cambio, no hay policías, las puertas no cierran y en
algunos vagones abunda el dulzón aroma a marihuana recién fumada.
Los
pasajeros del Sarmiento que el jueves esperaban el tren en la estación
Moreno ingresaron a los vagones a las 7.12 con una actitud distinta. No
entraron corriendo para tratar de hallar un asiento libre. Es que la
frecuencia mejoró tras la incorporación de los diez trenes nuevos y la
falta de espacio dejó de ser la mayor preocupación de la gente.
"Bienvenido
a bordo The Sarmiento Line", podía leerse en una pantalla luminosa
dentro de cada vagón del flamante vagón chino, equipado con toda la
tecnología. Y si bien ya hace más de diez días que se sumaron estas
formaciones, los usuarios todavía están impresionados. Sucede que los
trenes no sólo llegan a tiempo, sino que, además, cada uno de los
vagones tienen dos cámaras de seguridad, están limpios, iluminados,
tienen calefacción, las señaléticas con los nombres de las estaciones
funcionan y dos efectivos de la Policía Federal custodian los andenes.
La
mayoría de los pasajeros ya habían experimentado cómo es viajar en las
flamantes formaciones, pero para otros era la primera vez. "Hoy volví a
tomar el Sarmiento, después de casi dos años. Había dejado de usarlo
porque era imposible entrar en hora pico y, aunque demoraba más,
prefería trasladarme en colectivo. Volver a usar un tren que funcione es
un placer", contó Marcela Braile, una pasajera de Versailles que se
subió en Liniers y se bajó en Once, donde trabaja.
Tal es la
tranquilidad que había dentro del tren en pleno viaje, que algunos
pasajeros aprovecharon el primer tramo del recorrido para dormir, leer y
escuchar música en sus asientos. Y si bien en Morón ingresó el mayor
caudal de usuarios, que se ubicó en los pasillos, nunca llegó a
congestionar el paso entre los vagones. Lo mismo ocurrió en Ramos Mejía,
a las 8.06.
"Viajar en estos trenes es maravilloso; no se siente
el ruido por el paso de las vías", comentó Jorge Moreno, un comerciante
de Merlo que siempre se baja en Liniers, donde trabaja. En tanto, lo que
más disfrutó Griselda Gerez, una mujer de Moreno que se gana la vida
limpiando en una casa de familia en el centro porteño, es poder
respirar: "Siempre que llego a Once, me bajo ahogada por el humo de la
marihuana que fuman en el furgón. Pero eso en este tren no pasa, porque
está la policía".
Sin embargo, el viaje no es igual en todas las
formaciones. En los antiguos Toshiba, en cambio, todo sigue tan
deteriorado como siempre, a pesar de que todos los pasajeros pagan el
boleto único de $ 1,10. Así lo pudo comprobar lanacion cuando a las 8.10
se bajó del coche nuevo en Liniers y tomó, diez minutos más tarde, uno
de los siete trenes que todavía no se renovaron.
El contraste fue
contundente: en cada vagón sólo estaba prendida la mitad de las luces
disponibles. También escaseaban los carteles con los nombres de las
estaciones de la red. Además, hacía frío por la falta de calefacción,
los asientos -o lo que quedaba de ellos- estaban rotos, algunas puertas
no cerraban y era imposible caminar entre los vagones porque a las
puertas internas le faltan los picaportes.
Como tampoco había
policías recorriendo los furgones, un grupo de adolescentes fumaba
marihuana en el segundo vagón mientras el resto de los pasajeros tosían.
"Ya estoy acostumbrado a estas cosas. No digo nada porque me da miedo
que reaccionen mal", dijo Matías Rodríguez, un repartidor de mercadería
que se subió al tren en Castelar y se bajó en Flores.
El resto del
viaje hasta Once estuvo acompañado por el fuerte ruido del traqueteo
sobre las vías. Además, el ferrocarril circuló a una velocidad inferior
al anterior y se detuvo sin razón aparente tres veces.
"Por lo
menos ahora nos subimos al tren y ya no viajamos tan apretados", dijo
Mauro Roldán, un joven de Paso del Rey que trabaja en el microcentro.
Cuando
faltaban pocos minutos para llegar a Once, la mayoría de los pasajeros
caminaron hacia los primeros vagones para poder salir antes y,
posiblemente, llegar a tiempo a sus trabajos. A las 8.45, el tren se
detuvo y la multitud se perdió por los pasillos de la estación. Los
vagones quedaron vacíos y dejaron, más a la vista aún, el deterioro al
que todavía deben someterse miles de viajeros.
http://www.lanacion.com.ar
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