Marianela Núñez, talento a beneficio
Es primera bailarina del Royal Ballet de Londres, única argentina en la historia de la compañía. Hoy actúa gratis.
De regreso. Ganó el Laurence Olivier, en Londres. No venía desde el 2012.
Laura Falcoff
La extraordinaria bailarina Marianela Núñez es luminosa sobre el
escenario -gran don para un intérprete-, pero también lo es fuera de él.
Esta muchacha nacida en la ciudad bonaerense de San Martín ingresó
cuando era apenas adolescente al Royal Ballet de Londres, pronto fue
promovida a la categoría solista y en 2002 a primera bailarina. Irradia
un entusiasmo y una felicidad convincentes: nada podría haber sido mejor
en la vida que elegir la danza como profesión.
Marianela no baila
en Buenos Aires desde 2012 y ahora regresa para hacer dos funciones
especiales: hoy en el Teatro Cervantes, una gala en la que también
participan primeros bailarines del Teatro Colón, del Municipal de
Santiago de Chile y el Ballet Metropolitano (es a beneficio de la
Fundación Garrahan; entrada, sólo un juguete), y el sábado 16 en el Club
Alemán de San Martín -homenaje de su ciudad natal-, con entrada
libre.
¿Qué cosas te ocurrieron en estos dos años?
Mi
repertorio sigue ampliándose; hago ballets dramáticos, clásicos,
contemporáneos y obras que fueron creadas para mí. Cuanto más ensayos y
más trabajos, más feliz. En 2013 recibí el premio Laurence Olivier, el
Oscar al teatro, danza y ópera londinenses. Fue por tres obras, dos
creadas para mí: Aeternum, de Christopher Wheeldon, Diana y Acteon, de Liam Scarlett, William Tuckett y Jonathan Watkins; y Víscera,
de Liam Scarlett. El año 2012 fue el último de Monica Mason como
directora del Royal y ella quiso que ese año hubiera tres obras
concebidas especialmente para la compañía.
Diana y Acteon
fue inspirada en las pinturas de Tiziano, un proyecto muy a lo “Ballets
Russes de Diaghilev”, con participación de la National Gallery y música
original.
Tu marido, Thiago Soares, es tu partenaire frecuente. ¿Cómo es bailar con él y con otros?
Con
Thiago, la confianza; en un ensayo no nos hace falta hablar. Nos
miramos y sabemos de qué se trata. Con otros compañeros hay que ser más
cauteloso, pero también permite aprender cosas diferentes. Al principio,
cuando éramos más jóvenes e impetuosos, Thiago y yo nos peleábamos más
fácilmente durante el trabajo; ahora no perdemos tiempo.
¿Cómo definirías la personalidad del Royal Ballet?
La elegancia. Ahora se repone un Don Quijote
en la versión del cubano Carlos Costa creada para mí, y es una versión
muy chic, muy Royal Ballet. Pero otro rasgo importante es la
teatralidad, característica de la tradición inglesa. Ballets narrativos,
con dramas y personajes. Tanto la directora anterior del Royal como el
director actual trabajaron con los grandes coreógrafos británicos
-MacMillan, Ashton- y ellos y los maestros de la compañía nos transmiten
esta tradición. Beber agua de esa fuente preciosa es algo maravilloso.
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