En Tecnópolis hubo una fiesta grande antes del partido con Brasil por el Tres Naciones.
Constelación de cracks. El 28 se cumplen 10 años de la consagración argentina en Atenas. / MARCELO FIGUERAS
Hernán Sartori
El viento cruzado que golpeó la noche en
Tecnópolis quedó custodiando a esa luna que va camino a estar llena.
Adentro del estadio, todo fue calor, color, alegría, homenaje... Fiebre
de Selección. Alrededor de 9.000 hinchas se dieron el gustazo de
ovacionar a la Generación Dorada y disfrutar de un espectáculo de alta
calidad, pensado a lo grande para estar a la altura de lo que los
históricos jugadores de la Selección le dieron al deporte argentino.
La excusa fue el duelo con Brasil en el Tres Naciones. Y vaya si valió la pena para palpitar el Mundial de España...
El equipo palpó el aliento de la gente desde que a las 19.50 el micro pasó por debajo del arco del predio que supo ser sede de partidos de fútbol de ligas amateurs. “¡Somos seis! ¡Una foto!”, gritó un joven, esquivando al único hombre de seguridad. Pero el vehículo dejó al plantel a un metro del ingreso y los jugadores casi se fueron directo a probar tiros.
Las puertas se abrieron de par en par a las 20, una hora después de lo pautado, porque en el cubo de leds que colgaba del Pabellón del Bicentenario probaban los videos especiales con los logros históricos de la Generación Dorada, sin olvidarse de los campeones mundiales de 1950. No hubo detalle sin probar. Y entonces se prendieron las luces azuladas para que el público, sin dejar el abrigo de lado, comenzara con las fotos y hasta las 20.15 invadiera la cancha pidiendo autógrafos.
Apenas se ingresaba al pabellón, no al estadio, el aroma era tentador en pleno horario de la cena. Las alternativas eran comidas japonesa, mexicana y bien criolla, cerca de stands de corbatas, lentes y una compañía aseguradora que proponía sacarse una foto con una figura de cartón, tamaño natural, de Emanuel Ginóbili. El de carne y hueso vio el partido desde la primera fila junto a Fabricio Oberto, Juan Ignacio Sánchez y Carlos Delfino.
Cuando la ansiedad ganaba, llegó un aperitivo de imágenes de jugadas que Manu, Scola, Delfino, Nocioni, Herrmann y Prigioni repartieron en la NBA. Y antes de la presentación oficial, un clip con detalles de la intimidad del equipo en el hotel, el gimnasio, las prácticas y sus visitas a los medios. Los jugadores, elongando, pispearon lo que se mostraba.
Tanta alegría había en el ambiente que el equipo brasileño se ligó los aplausos de bienvenida. Nada del nefasto “decime qué se siente” que se viralizó durante el Mundial de fútbol.
Y hasta los jugadores brasileños aplaudieron a la Generación Dorada y al técnico Rubén Magnano cuando se los homenajeó con un video y una ovación de pie, a poco menos de 10 años de su consagración olímpica en Atenas 2004. Sólo faltaron con aviso Rubén Wolkowyski, Alejandro Montecchia, Hugo Sconochini y Gabriel Fernández.
“Generación Dorada. Gracias totales”, se leía en una bandera celeste y blanca preparada por hinchas de Pergamino. Los mensajes llenos de afecto también llegaron desde Termas de Río Hondo y Bahía Blanca. Y todos deliraron con la presentación a oscuras, bien al estilo NBA, incluyendo papelitos al aire y una explosión de chispas en el cubo de leds. De lujo en una noche inolvidable.
La gente aplaudió a todos los argentinos, desde Gallizzi y Bortolín hasta Nocioni, Prigioni y el capitán Scola. Y se dispuso a disfrutar de la fiesta en la noche donde se decretó la fiebre de Selección.
http://www.clarin.com
La excusa fue el duelo con Brasil en el Tres Naciones. Y vaya si valió la pena para palpitar el Mundial de España...
El equipo palpó el aliento de la gente desde que a las 19.50 el micro pasó por debajo del arco del predio que supo ser sede de partidos de fútbol de ligas amateurs. “¡Somos seis! ¡Una foto!”, gritó un joven, esquivando al único hombre de seguridad. Pero el vehículo dejó al plantel a un metro del ingreso y los jugadores casi se fueron directo a probar tiros.
Las puertas se abrieron de par en par a las 20, una hora después de lo pautado, porque en el cubo de leds que colgaba del Pabellón del Bicentenario probaban los videos especiales con los logros históricos de la Generación Dorada, sin olvidarse de los campeones mundiales de 1950. No hubo detalle sin probar. Y entonces se prendieron las luces azuladas para que el público, sin dejar el abrigo de lado, comenzara con las fotos y hasta las 20.15 invadiera la cancha pidiendo autógrafos.
Apenas se ingresaba al pabellón, no al estadio, el aroma era tentador en pleno horario de la cena. Las alternativas eran comidas japonesa, mexicana y bien criolla, cerca de stands de corbatas, lentes y una compañía aseguradora que proponía sacarse una foto con una figura de cartón, tamaño natural, de Emanuel Ginóbili. El de carne y hueso vio el partido desde la primera fila junto a Fabricio Oberto, Juan Ignacio Sánchez y Carlos Delfino.
Cuando la ansiedad ganaba, llegó un aperitivo de imágenes de jugadas que Manu, Scola, Delfino, Nocioni, Herrmann y Prigioni repartieron en la NBA. Y antes de la presentación oficial, un clip con detalles de la intimidad del equipo en el hotel, el gimnasio, las prácticas y sus visitas a los medios. Los jugadores, elongando, pispearon lo que se mostraba.
Tanta alegría había en el ambiente que el equipo brasileño se ligó los aplausos de bienvenida. Nada del nefasto “decime qué se siente” que se viralizó durante el Mundial de fútbol.
Y hasta los jugadores brasileños aplaudieron a la Generación Dorada y al técnico Rubén Magnano cuando se los homenajeó con un video y una ovación de pie, a poco menos de 10 años de su consagración olímpica en Atenas 2004. Sólo faltaron con aviso Rubén Wolkowyski, Alejandro Montecchia, Hugo Sconochini y Gabriel Fernández.
“Generación Dorada. Gracias totales”, se leía en una bandera celeste y blanca preparada por hinchas de Pergamino. Los mensajes llenos de afecto también llegaron desde Termas de Río Hondo y Bahía Blanca. Y todos deliraron con la presentación a oscuras, bien al estilo NBA, incluyendo papelitos al aire y una explosión de chispas en el cubo de leds. De lujo en una noche inolvidable.
La gente aplaudió a todos los argentinos, desde Gallizzi y Bortolín hasta Nocioni, Prigioni y el capitán Scola. Y se dispuso a disfrutar de la fiesta en la noche donde se decretó la fiebre de Selección.
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