Lo dicen entre risas Luis Cataldo y Víctor Figueroa, los únicos argentinos que llegaron a pie al Polo Norte y al Polo Sur.
La bipolaridad
para la salud es el cambio extremo en el estado de ánimo de una persona.
Pero para Víctor Figueroa y Luis Cataldo es otro el significado, para
ellos es el sinónimo del esfuerzo y del valor. Es lo que los diferencia
del resto de los argentinos, ya que son los únicos que llegaron a los
puntos más separados del planeta: el Polo Sur y el Polo Norte.
Por
la Antártida viajaron con trineos durante 39 días, soportaron una
violenta tormenta de nieve que los mantuvo encerrados en las carpas más
de una semana y también tuvieron un accidente al caer a una grieta a
unos 20 metros de profundidad, pero salieron ilesos y cumplieron el
objetivo de llegar al sur. Aquella expedición culminó el 6 de enero del
2000.Ahora fueron al norte. Con menos contratiempos y en 10 días caminaron con esquíes y afrontaron temperaturas de hasta 40 grados bajo cero. Con el temor latente de saber que a cada paso el hielo se podía resquebrajar, no lo dudaron y llegaron hasta la latitud 90 00” 00’ N, aquel punto en donde todos los caminos conducen al sur, a casa. Ahí el pasado 22 de abril clavaron la bandera argentina, la misma que plantaron en el punto más austral de la superficie terrestre.
“Somos bipolares, pero no estamos locos”, dicen entre risas Figueroa, comandante de las dos expediciones y Cataldo, guía polar. En sus ojos guardan las imágenes de aquellos desiertos blancos en donde no existe la vida y, durante el tiempo que estuvieron, el sol está ahí las 24 horas cada día, aunque no calienta. Ubicado a 30 grados provoca las sombras más largas del mundo, que pueden tener hasta 50 metros. Allí en esos extremos del mundo el frío se siente, literalmente, hasta en los huesos. A una semana de la vuelta del Polo Norte, todavía les cuesta mover los dedos de las manos.
“Nosotros sabemos que somos de los pocos en el mundo que pudimos ver esos paisajes, pero a cada paso que dábamos y cuanto más nos acercábamos al objetivo, decíamos que esto era en nombre de los 40 millones de argentinos”. En ambas misiones el objetivo fue científico, pero también simbólico: el viaje al sur se realizó con el cambio de siglo, y el que concluyó la semana pasada quedará en la historia por ser la primera expedición 100% nacional al Polo Norte.
Se miran, se ríen, recuerdan anécdotas. Y describen la tormenta feroz de nieve que los obligó a permanecer encerrados en carpas diez días. O cuando antes de acostarse se preparaban unos “amargos” y se dormían, con la incertidumbre de saber que el hielo podía partirse en cualquier momento y entonces caerían al agua.
Los apasionan las diferencias de las dos travesías. En la Antártida coinciden que lo más angustiante fue la monotonía. Es que los días se parecían y “se mire a donde se mire todo es blanco, sin montañas, una especie de desierto en el que no se ven seres vivos más que alguna ave extraviada”, coinciden.
Distinto es en el Artico, donde no hay un metro igual al otro y se forman montañas todo el tiempo debido a las corrientes marinas que chocan. Eso provoca que se levanten témpanos desde el casquete polar. “El ruido era constante y es similar a cuando apretás una bolsa con hielos contra una pared. Eso multiplicado por mil, el sonido era algo terrorífico”, explica Cataldo.
La charla con Clarín en el museo que el ejército tiene en la Dirección Antártica se acaba. Alguien pasa, se frota las manos y se queja de los 5 grados con los que amaneció Buenos Aires. Cataldo y Figueroa se miran, y se vuelven a reír.
http://www.clarin.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario