Un coro para que los chicos aprendan a escuchar al otro
Este proyecto de De Sembrar fomenta la expresión a través de la música y las palabras, además del respeto y el compromiso social.
Por Micaela Urdinez
Galatea - vestida de jean, remera roja de manga larga y
zapatillas - llega hecha un tornado, como todos los viernes a las 18,
al ensayo de De Sembrar "Cantorcitos sin Fronteras", en Vicente López.
Galatea, una de las chicas que hace parte del coro Cantorcitos Sin Fronteras. Foto: LA NACION
Con
una sonrisa que le ilumina toda la cara y un entusiasmo que contagia,
enseguida se pone a jugar con el resto de sus compañeras. Con 11 años, y
sus rulos atrapados en una colita, cuenta que empezó a participar hace
más de un año. " Volviendo de un viaje mi mamá me contó que Betty iba a
organizar un coro y me gustó. Nunca había estado en uno. Pero amo
cantar. Estoy tratando de convencer a una amiga para que venga", dice
esta joven que asiste a la escuela N° 12 Rodolfo Senet, en Núñez.
Ella,
al igual que otros 15 chicos, van llegando al salón que un jardín de
infantes de Vicente López les presta para llevar adelante sus ensayos de
coro, bajo la conducción de Betty Rodríguez.
Este es uno de los
coros infantiles que la iniciativa De Sembrar lleva adelante para
propiciar en el corazón de los niños el amor por la música. En estos
espacios abiertos y gratuitos, los niños pueden expresarse a través de
la música y de las palabras, cultivando la amistad, el respeto y el
compromiso con la comunidad.
Hace un año Mariana Rewerski, música
de profesión de trayectoria internacional, decidió armar un proyecto
para que el canto estuviera al alcance de todos los niños. "Empecé mi
vida musical en un coro de niños y después pasé a dirigir un coro de
niños. Y así me enamoré de la música, de la vocalidad, del teatro, de
los idiomas y de la voracidad de salir a conocer el mundo. Después de
haber vivido en 4 países y haber cantado en los mejores teatros del
mundo, sentí la necesidad de generar los espacios para que los niños de
hoy pudieran sentir lo mismo que yo", dice Rewerski, a la vez que
agrega: "creo absolutamente en la capacidad de los chicos de cambiarlo
todo".
Rewerski le comentó sobre su sueño a su maestra de coro de
toda la vida, Betty Rodríguez, y pusieron manos a la obra. Primero
abrieron un grupo en Vicente López y en Don Torcuato. Luego en
Chacarita. Y este año se sumaron otras sedes: Belgrano, San Andrés,
Escobar y Bellavista.
Allí, niños de 6 a 11 años, tienen la
primera experiencia de participar de un coro y aprender el lenguaje de
la música. "La música hermana. Son chicos de todos los estratos sociales
que se unen a través del canto. Me gusta que los chicos generen una
conciencia social. Un proyecto coral tiene como base la escucha del
otro. Y eso trasladado a la vida es una actitud que aporta
positivamente. Somos un gran coro que ensaya en distintas sedes las
mismas canciones. Por ejemplo, tenemos un repertorio común con un hogar
en Camerún", explica Rewerski.
Mientras tanto, en Vicente López,
los alumnos se paran formando una media luna para hacer ejercicios de
movilidad y espacio. Todos esperan ansiosos el momento de cantar. Y
empiezan con So Cayolec ("Mi caballito" en lengua toba), con Betty en la
guitarra, marcando la entrada de cada uno y refrescándoles la
coreografía que acompaña la canción.
En total, son 14 maestros y
93 los chicos que forman parte del proyecto. También funciona un grupo
en Filochicos, un hogar en Quilmes y realizaron una experiencia junto
con el Servicio Paz y Justicia (Serpaj) junto a los niños que están en
la Estación Constitución. "Para ellos fue una fiesta. Nos sentamos a
tomar mate y comer bizcochitos. Saqué el ukelele y les enseñamos una
canción. Escucharlos cantar fue la señal más inequívoca de que las
canciones pueden construir infancia. Sobre todo en este momento en el
que los chicos están más conectados con el afuera que con el adentro.
Nuestra intención es sanar desde el adentro y que estos chicos puedan
tener su propio coro. No hay que olvidar que esto también puede ser un
medio de vida", agrega Rewerski.
Para Rodríguez, lo más importante
de estos espacios es que los chicos aprenden sobre la unidad y la
pertenencia a un grupo. "Aprenden a valorar el silencio, a escuchar, a
apreciar los aportes de los demás y a valorarse a sí mismos. Lo que
busco es que aprendan a equivocarse y que sepan que eso también es una
manera de aprendizaje, que puedan expresarse, sacar la voz, a disfrutar y
expresarse colectivamente", sostiene.
Para poder llegar a más
niños, solicitan la donación de instrumentos musicales en buen estado,
computadoras, micrófonos y la colaboración de maestros de música,
cantantes y coristas que quieran participar del proyecto. También
personas que quieran ofrecer un lugar en el que puedan ensayar.
Los interesados en colaborar pueden ingresar a http://desembrar.blogspot.com.ar/ o escribir a desembrarsetrata@gmail.com
http://www.lanacion.com.ar
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