A pesar de la crisis económica que atraviesa Brasil, los más optimistas auguran alcanzar, cuando termine esta edición, el próximo domingo 13, una venta similar a la última edición de la Bienal con 3,5 millones de ejemplares.
Desde el jueves pasado han circulado por el predio de Riocentro unas 300 mil personas.
Por Silvina Friera
Desde Río de Janeiro
“La lluvia tiene un vago secreto de ternura,/ algo de soñolencia resignada y amable,/ una música humilde se despierta con ella/ que hace vibrar el alma dormida del paisaje.” Estos versos de Federico García Lorca –que no es un poeta brasileño pero en esta circunstancia podría serlo– irrumpen cuando las gotas tiemblan en los cristales del hotel. ¿A qué santito habrá que invocar para conjurar el mal tiempo en Río de Janeiro? ¿A Nuestra Señora Aparecida, la santa patrona de Brasil a la que le canta Elis Regina en “Romaria”, una de sus más bellas canciones? El agua, lejos de espantar los ánimos, tiene cierta épica. Los adolescentes cariocas aúllan como lobitos feroces y corren por el pabellón azul de la XVII Bienal Internacional del Libro de Río, en la que Argentina es el país homenajeado. Desde que abrió sus puertas, el jueves pasado, han circulado por el predio de Riocentro unas 300 mil personas. A pesar de la crisis económica, los más optimistas auguran alcanzar, cuando termine esta edición –el próximo domingo 13–, una venta similar a la última edición de la Bienal con 3,5 millones de ejemplares vendidos. Kéfera Buchmann, la Youtuber brasileña del momento, es la culpable de tantas corridas; está filmando ejemplares de Muito mais que 5inco minutos, su primer libro. El griterío y el fervor producen reacciones encontradas. “¡Qué chicos locos!”, exclama una carioca que está mirando libros en el stand de la editora Vozes.
“El Brasil de mi imaginario está hecho de la música de Vinicius”, cuenta Inés Garland, autora de la novela El rey de los centauros y los libros de cuentos de Una reina perfecta y La arquitectura del océano, entre otros títulos. “Cuando tenía 9 años, mis viejos me llevaron a verlo a Vinicius a Mar del Plata. Nos recibió en su casa, metido en la bañadera con una bandejita arriba de las partes pudendas, con una máquina de escribir y un vaso de whisky. ‘Yo quiero ser como este tipo’, me dije. ‘Garota de Ipanema’ es para mí Río de Janeiro o ‘Menino do Rio’ de Caetano Veloso. Yo vine en el 83; entonces me sentaba en un barcito, tomaba una cerveza y miraba el mar. Ahora pienso en esta especie de mezcla de Carmen Miranda, Rita Haywoorth, Manuel Puig, Vinicius de Moraes y Clarice Lispector... Brasil tiene que ver con una especie de libertad y con algo muy físico y muy sensual. Aunque es un imaginario un poco cuadrado, siempre está ahí.” Garland habla portugués, pero aclara que no sabe si entendería una charla sobre literatura. “Cuando se pusieron a bailar tango en el stand argentino, me di cuenta de que puede haber una voluntad de comunicación muy grande, pero si no hablás el mismo idioma se complica un poco más. Creo que es el idioma lo que dificulta la comprensión. ¿Cómo será para un brasileño ver bailar tango, un baile que parece tan pautado y es tan diferente a los bailes brasileños?”
El intercambio entre escritores brasileños y argentinos es parte de la programación cultural argentina con Noé Jitrik, Mempo Giardinelli, María Moreno, Diana Bellessi, Martín Kohan, Sergio Olguín, Tute, Mariana Enriquez, Tamara Kamenszain, Claudia Piñeiro, Eduardo Sacheri, Luciano Saracino, Ziraldo, Sérgio Rodrigues, Geraldo Carneiro, Claudia Lage y Eric Nepomuceno, entre otros. “No soy amante de la música brasileña, excepto Vinicius de Moraes, Caetano –a través de mi hijo–, y en mi caso Chico Buarque, que también acabo de descubrirlo en la literatura”, comenta Silvia Schujer. “Para mí Brasil es la playa, lo tengo ligado al mar cálido, a los morros; toda la costa brasileña es una de las más bellas del mundo. Si tenemos en cuenta la cercanía, no se tradujo tantos escritores. Yo leí mucho a Clarice Lispector, que siempre es una felicidad clandestina leerla. En cuanto a los libros para chicos, Brasil tiene un desarrollo mayor que el resto de América junto con la literatura infantil argentina. Hay dos escritoras que me conmueven especialmente: Marina Colasanti y Lygia Bojunga Nunes, más allá de Ana Maria Machado y Ziraldo. No tenemos una buena formación en literatura brasileña y creo que el idioma es parte del problema. Pero hay una barrera también en la propia Latinoamérica porque nuestros libros no viajan a Chile, a Uruguay ni a México”, plantea la autora de Lucas duerme en un jardín y La cámara oculta. En 1979, Federico Jeanmaire estuvo en un hotel de Copacabana, mucho antes de leer a Euclides da Cunha, Joaquim Machado de Assis y Joao Guimaraes Rosa en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. “Lo raro de esos días, cuando tenía veinte años –y estaba toda esa cosa mítica de la garota brasileña– es que terminé enamorado de una alemana que estaba en el mismo hotel que yo”, recuerda el autor de Vida interior. “El primer recuerdo que tengo es en blanco y negro; en el televisor de mi tío vimos jugar al Santos con Racing, que ganó 4 a 2 con cuatro goles de Pelé. No me jodió porque era tan lindo verlo jugar... Me gusta el fútbol brasileño, no tengo ese odio hacia Brasil tan típico de muchos hinchas argentinos.”
“Esto fue una reunión de amigos; hay una cordialidad brasileña ajena a cualquier solemnidad”, dice Magdalena Faillace, directora de Asuntos Culturales de la Cancillería, a Página/12. “Cuando conocí Brasil, era un país con una clase alta poderosísima y una clase pobre con mucha marginalidad. Lula es valorado porque generó una franja de clase media que no existía y Dios quiera que eso se conserve. El mal momento que están pasando nos apena a todos”, admite la directora de Asuntos Culturales. “El pabellón argentino se convirtió en un punto de reunión que hizo que Ziraldo, en su discurso de exaltación de la Argentina, dijera que los humillábamos con los glaciares que ellos no tienen. Logramos sintetizar los ejes de nuestra identidad y también de nuestras contradicciones y conflictos. Nadie nos puede acusar de ningún tipo de sectarismo porque en el pabellón conviven (Raúl) Scalabrini Ortiz, (Adolfo) Bioy Casares, Victoria Ocampo, Ricardo Güiraldes, Manuel Puig, (Jorge Luis) Borges y (Julio) Cortázar.”
Faillace advierte que hay una deuda cultural con los países de América Latina. “La mirada eurocéntrica que tuvimos se ha reducido sustancialmente en esta última década a partir de los gobiernos de Néstor (Kirchner) y Cristina (Fernández) porque hubo un reposicionamiento del rol del Estado como articulador de las relaciones sociales.” Las exposiciones “Mafalda en su sopa”, “Lo Que Se Ve”, “Manuscritos históricos clásicos de la literatura argentina” y “En la oscuridad abierta” y los espectáculos de Ariel Ardit Quinteto y Escalandrum han tenido un alto impacto entre los cariocas. “Mostramos que somos universales –afirma Faillace-. Frente a las fronteras cerradas del mundo con cientos de personas que mueren todos los días cruzando el Mediterráneo; frente a una Europa que cierra fronteras, reivindicamos la tradición de apertura generosa a la inmigración.” La directora de Asuntos Culturales de la cancillería reconoce otra deuda: “Necesitamos leernos más entre nosotros porque la lectura tiende puentes y genera una cultura de conocimiento que es la base de las relaciones políticas y comerciales”.
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