domingo, 25 de agosto de 2013

Corona mundial supermosca

Narváez gustó y ganó fácil

Verlo en el cuadrilátero a Omar Narváez (40-1-2; 21KO’s) ayuda a convencer a los reacios de que el boxeo es un deporte; ver sus pasos laterales, esquives, su golpes dibujados en el aire, ayuda a creer que el boxeo puede ser un deporte para mejorar la condición humana, y que, después de todo, esto es un arte impiadoso, pero arte al fin. La víctima esta vez fue el japonés Hiroyuki Hisataka (22-11-1; 10 KO’s), a quien derrotó por nocaut técnico en el décimo asalto el Gimnasio Municipal N° 1 de su entrañable Trelew, donde no peleaba hacía casi seis años. El campeón chubutense retuvo por octava vez la corona mundial supermosca de la OMB.
Por estos pagos sureños, la temperatura llegaba a los cinco grados bajo cero, y la nieve pintaba de blanco toda la ciudad, pero dentro del gimnasio que lleva su nombre, el ídolo chubutense calentó las gargantas de las 5 mil personas que le fueron hacer el aguante. Ganó de principio a fin. La pelea fue un monólogo. De esas novelas que ya sabe escribir Narváez. Con destellos de calidad en todos los asaltos. Ni siquiera perdió una vuelta. El japonés, de 28 años (10 años más joven que el monarca) ni amagó una reacción. La superioridad del argentino fue abrumadora. Letal.
A diferencia de su estilo clásico, Narváez arrancó a fondo, tomando el centro del ring, y dejando de lado, un poco su boxeo cerebral. Estuvo más sanguíneo. Y ametralló la humanidad del nipón, más largo, pero con menos técnica. Llamó la atención, sí, la efectividad de Narváez, que no derrochó ni un golpe. Estuvo iluminado el zurdo. Y en el sexto asalto, lo desbordó con su 1-2. Parecía bloqueado anímicamente Hisataka, que trastabilló dos veces. Si no se caía el retador era sólo por una cosa: Narváez no tiene su golpe de poder por culpa de las recurrentes lesiones en sus puños.
La segunda mitad de la pelea fue más de lo mismo, con Narváez lanzando desde todos los ángulos, trabajando sobre los planos bajos, para quitarle resto al japonés, que recibía estoicamente el castigo. Pero tras una ráfaga de 10 golpes, el árbitro Julio Alvarado se apiadó y decretó el nocaut técnico al minuto 26 segundos de la décima vuelta.
Como Narváez hace fácil lo difícil, el análisis suele ser muy exigente. Se le pide más. Porque se sabe lo que puede dar. La pelea quizá se hizo aburrida. Siempre se dice que la real dimensión de un campeón está en la grandeza de los rivales que enfrentó. Y esta vez, su rival no estuvo a la altura: tuvo una defensa demasiado permeable.
Después de una batalla durísima ante el mexicano Felipe Orucuta, a Narváez decidieron darle un respiro y ponerle un rival menos peligroso. Un retador para alimentar el récord, la confianza y la alcancía. Porque después de todo, esto es boxeo profesional, está claro.
Hisataka no aprobó todas las materias en varios aspectos. Dio ventajas en la preparación física (no trabajó bien las combinaciones). Y no entregó una imagen de entereza. Se supo que no quiso entrenarse algunos días porque estaba “cansado”: su entorno reveló que no se adaptó al huso horario de estas latitudes. Muy poco serio.
Ahora, el objetivo de Narváez es seguir haciendo historia. Fiel a su estilo de batir récords, quiere ser el primer argentino en consagrarse campeón en 3 divisiones distintas. Según reveló, volvería a subir a gallo (tras su intento frustrado ante Nonito Donaire) para desafiar al panameño Anselmo Moreno.

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