Alumnos eligen reparar bicicletas y sillas de ruedas en las horas libres
Son alumnos del Colegio Albert Thomas, donde funciona un taller optativo
en el que arman o arreglan su propio vehículo de dos ruedas,
ejercitándose en el manejo de herramientas, y realizan la tarea con
chicos de escuelas especiales.
En el Colegio Albert Thomas funciona un taller optativo en el que los
alumnos suelen pasar las horas libres “para no perder el tiempo”. Se
trata del Taller de la Bicicleta, donde arman o arreglan su propio
vehículo de dos ruedas, se ejercitan en el manejo de herramientas y
aprenden, de paso, el oficio. Pero desde ese espacio, ubicado a un
costado de los talleres curriculares, chicos de primero a sexto año
cumplen una función social que generalmente pasa inadvertida. Por un
lado, reparan sillas de ruedas que llegan a la escuela desde numerosos
hospitales. Por el otro, como al taller concurren niños y jóvenes de
escuelas especiales, se convierten en pilares silenciosos del proceso de
integración social de quienes tienen capacidades diferentes.
“En realidad, como el colegio es padrino de la Escuela Especial 526,
la primera actividad que se realizó en el lugar fue reparar las sillas
de ruedas para los chicos de ese establecimiento. Eso fue en el 2001”,
recuerda el director del Albert Thomas, Jorge Mattia, y comenta que “los
alumnos de la escuela vinieron varias veces acompañados por sus
docentes, quienes comprobaron que se adaptaban muy bien a este tipo de
manualidades”, realza.
Fue así que se inició una relación con otras escuelas especiales. “Se
fue generando un boca a boca, como suele suceder en estos casos”,
apunta Alejandro Marinoni, quien ya lleva 24 años en el industrial de 1 y
58, y, desde un comienzo, quedó a cargo del Taller de la Bicicleta.
“Como era mi medio de locomoción habitual, me propusieron ponerme al
frente del proyecto y acepté”, cuenta el docente, que hasta entonces se
desempeñaba en un taller curricular.
Del arreglo de sillas de ruedas se pasó al Taller de la Bicicleta,
con el objetivo de “generar un espacio atractivo para los alumnos”, dice
Mattia, quien explica que “buscamos que los estudiantes vayan a
trabajar en las horas libres, para que adquieran destrezas y no estén
dando vueltas por el colegio sin hacer nada”. No obstante, se encargó de
aclarar que “los chicos necesitan traer un permiso de los padres,
porque tienen que manipular herramientas, soldadoras, por lo cual la
institución debe estar cubierta ante cualquier contingencia”.
Marinoni dice que en su momento “el taller lo armamos con los
alumnos. Un par de comercios donó el material y realizamos todas las
vallas de hierro y alambre que delimitan el espacio. Las herramientas
las fuimos consiguiendo entre todos”.
Con las escuelas especiales, tanto públicas como privadas, el colegio
trabaja a través de convenios que deben estar avalados por la dirección
de Educación bonaerense. Es entonces cuando el taller, que funciona de
lunes a miércoles en ambos turnos, se convierte en un espacio de
integración para los chicos con capacidades diferentes.
“Siempre están acompañados por una maestra integradora, y se suman a
los alumnos del colegio, con los que trabajan a la par”, cuenta Mattia.
Si bien los chicos arman o arreglan sus propias bicicletas, a la vez
siguen dedicando sus horas libres a reparar sillas de ruedas que el
Albert Thomas recibe desde distintos hospitales de la Región.
“Acá aprendemos a armar una bici, y además arreglamos sillas de
ruedas para hospitales. Está buenísimo”, dijeron Agustín y Lautaro -que
este año ingresaron a la institución de avenida 1- tras confiar que “no
teníamos idea de que existía esto”.
“El otro día terminamos una silla y se la llevaron al dueño”, dijo,
con tono de ‘misión cumplida’, Alexander. Mientras, Julián subrayó que
“acá ayudamos a la gente. A mi me gusta porque aprendo y además me
divierto”, afirmó.
Fuente: El Día
http://www.eldia.com.ar
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