sábado, 4 de julio de 2015

¿Se acabó la milonga?

Así se baila el tango para protestar

Con la Avenida de Mayo convertida en una pista, los tangueros pidieron el cese de los cierres de milongas. Denuncian que pesa sobre ellos un “rigor exagerado” que no se aplica a otros sectores, como el gastronómico. Piden ser escuchados por el Gobierno de la Ciudad.

La protesta congregó a músicos y bailarines; también a muchos curiosos, sobre todo turistas.
Imagen: Pablo Piovano

Por Andrés Valenzuela

“Se clausuraron espacios que están desde hace muchísimo y son el corazón mismo de las milongas de Buenos Aires”, se lamentaba ayer Julio Bassan, presidente de la Asociación de Organizadores de Milongas, durante la protesta que el sector –histórico aliado de la gestión macrista en el mundo del tango– hacía frente a la Jefatura de Gobierno porteña. En el edificio de la Avenida de Mayo se congregaron decenas de tangueros de toda índole para protestar contra las clausuras preventivas y sistemáticas que están sufriendo los tradicionales espacios para bailar la música ciudadana. Algunos de estos lugares son históricos y tienen fama mundial, como Sunderland, que funciona en un club centenario y por cuyas pistas circulan parejas desde hace setenta años.
Con cierta perspectiva, la historia tiene visos tangueros. El Gobierno de la Ciudad se acercó a las milongas para albergar algunas de sus actividades más mediáticas e incluso apoya la Semana de las Milongas, que se realiza desde el año pasado (y suele coincidir con el Festival de Tango Independiente, que se realiza desde hace seis años y es crítico de la gestión cultural de Mauricio Macri y Hernán Lombardi). Sin embargo, el contacto se parece notoriamente al que sufren las “milonguitas” de los viejos poetas del 2x4. Un poco de champagne, fotos y risas, y luego el olvido. El problema, distingue Bassan, está en el trato con la Agencia Gubernamental de Control. “Lamentablemente hemos venido a varias reuniones de la Unidad de Proyectos Especiales y Espacios Culturales en las que nos dejaron plantados”, cuenta el milonguero. “Nos citan para que vengamos y ninguno de ellos viene, y cuando nos encontramos prometen cosas que no cumplen ni llevan a cabo.” Bassan también destaca el rol de la AOM para que la Ciudad mantenga la declaratoria de la Unesco sobre el patrimonio intangible que representa el tango.
Mientras Bassan respondía a los medios, en Avenida de Mayo sonaba “Así se baila el tango”, un clásico que anima las pistas desde los años ’40. Y con la avenida cortada en varios carriles, cantidad de tangueros se manifestaban como mejor saben: bailando. Con gorritos de lana, con guantes, con botas de caña alta, sobretodo y bufanda, con zapatillas y pantalones de tela de avión. Los que no bailaban, aplaudían, porque de algún modo había que combatir el frío. Y porque “Barrio de tres esquinas” trae buenos recuerdos a los milongueros experimentados. En los alrededores circulaban, incrédulos, algunos extranjeros que no podían creer lo que Bassan les repetía a los periodistas locales: que en “la meca mundial del tango, que mueve cientos de millones al año” con esa industria cultural, se cierran sus espacios. Una corresponsal de la televisión finlandesa, destacada en América Latina, miraba entre azorada y encantada la protesta.
Lo llamativo del caso es que, según la AOM, el Ministerio de Cultura se encuentra “manco” ante la situación. ¿Hay alguna interna entre las distintas áreas del gobierno porteño y las milongas están “pagando el pato”? En los últimos días los espacios tangueros de las redes sociales se llenaron de especulaciones, intrigas y debates. En concreto, nadie puede confirmar nada. El presidente de la AOM reclama una política de Estado porteña que apoye concretamente a las milongas y ayer se mostró incrédulo ante la situación. “El Ministerio de Cultura, en la figura de su presidente de Unidad de Proyectos Especiales y Espacios Culturales, nos recibió muy bien, el señor Beatti ha tenido un amable trato y diálogo con nosotros, pero no hay nadie de la AGC”, contó. Además, destacó que hay un decreto que en su momento respaldó el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, en torno de estos espacios culturales, que es desoído flagrantemente por el cuerpo de inspectores. “No puedo entender que en la capital mundial del tango no haya desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires una política que respalde estos espacios que son los que lo mantienen vivo: porque a las milongas vienen los vecinos, los artistas, los poetas, los músicos, los bailarines, es un lugar donde se respira lo que dice la ley 130 de la Ciudad: el patrimonio mismo. Es el patrimonio cultural de la Ciudad y somos completamente desoídos.”
En concreto, la AOM reclama a la Jefatura de Gobierno porteño y al Ministerio de Cultura “el cese inmediato de las clausuras y la sustitución de estas medidas arbitrarias por mecanismos eficientes y expeditivos de contralor”. Además, pide “la reactivación, puesta en funcionamiento y designación de representantes permanentes en la Agencia Gubernamental de Control en la mesa de diálogo de la Unidad de Proyectos Especiales y Espacios Culturales”. También animan la capacitación y formación de inspectores que entiendan el circuito tanguero. Por otro lado, la AOM advierte que la normativa vigente que rige la práctica milonguera “data de 1910” y reclama su participación en la “revisión y actualización” que juzgan necesaria.
Bassan también señaló a Página/12 que las milongas sufren “un exagerado rigor, que por ejemplo la gastronomía no tiene”. En este último rubro, contó, las visitas de inspectores cuentan con un preaviso de 60 días, donde se incluye el listado de puntos que serán sujetos a revisión. “Nosotros tenemos visitas sorpresas, inmediatas y en forma preventiva nos clausuran”, se quejó. Por eso su gente también reclama inspecciones programadas y plazos “razonables” para cumplir la normativa. “No queremos poner en riesgo la integridad de las personas ni la seguridad de los espacios culturales, queremos hacer todo lo que corresponde y rige la ley, a veces clausuran preventivamente porque el formulario 878 no está a la vista, sino en un cajón en la administración del lugar”, comentó. Y concluyó que “hay una cuestión de decisión política acá”.

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