La séptima realización sudamericana tendrá una salida simbólica en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada. Las 414 máquinas recorrerán los casi nueve mil kilómetros de caminos, sendas y huellas durante dos semanas.
Por Pablo Vignone
El Rally Dakar vino a recuperar el espíritu fierrero
que el mes de enero despertaba en los argentinos. La tradición se había
perdido pero tiene casi un siglo, con las Mil Millas del Turismo
Carretera a fines de los años ’30, las máquinas especiales en Retiro o
Palermo en los ’40, la Fórmula Uno con Fangio y Froilán en los ’50, las
Temporadas Internacionales de Fórmula Dos o Fórmula Tres en los ’60, los
1000 Kilómetros de Buenos Aires y el Grand Prix de la República
Argentina de F-1 en los ’70 y hasta comienzos de los ’80, un fantástico
caudal de folklore automovilístico traducido en sordos ruidos de motores
competitivos al auspicio del ocioso calor del verano. El Dakar no sólo
recupera el mito heroico de la Caracas de 1948, sino también el roce con
la mecánica de alto vuelo, una conexión para nada menor con el mundo.
El Dakar celebra su séptima realización sudamericana con un
escenario ciento por ciento porteño, acaso como nunca antes,
escenificando su largada simbólica en la Plaza de Mayo, frente a la Casa
Rosada. Desde las 15 y hasta las 22, las 414 máquinas inscriptas
desfilarán por la tarima emplazada en la histórica plaza, para ponerse
recién mañana a recorrer los casi 9000 kilómetros de caminos, sendas y
huellas que en dos semanas las llevarán hasta el Desierto de Atacama, en
Chile, y el Salar de Uyuni, en Bolivia, para traerlas, maltrechas pero
en orden de marcha, de vuelta a Buenos Aires.Desde que la prueba se refugió en estas tierras, cuando Al Qaida la corrió de Africa en 2008, el Dakar encontró un terreno fértil en el continente sudamericano y especialmente en la Argentina. Seis años después de la primera edición local, en 2009, más del 10 por ciento de los participantes de esta prueba esencialmente europea son argentinos. Algunos de ellos, inclusive, manejan alguna chance de figurar bien alto (ver aparte). Con el automovilismo como una de las pasiones deportivas más duraderas, este país le brinda un marco extraordinario al Dakar. Por eso queda la duda sembrada: ¿qué sucederá el año que viene, una vez que la administración de Cristina Fernández de Kirchner, que tomó la organización de la prueba casi como una política de Estado en el rubro turístico, ceda el mando a otro gobierno?
“Nosotros vamos a seguir trabajando con los organizadores del Dakar en un esquema tentativo”, confía a Página/12 el ministro de Turismo, Enrique Meyer. “Creemos que los que vengan querrán que el Dakar continúe en Sudamérica. No veo esto como una misión ya cumplida, debemos seguir adelante para entregarles el tema armado a los que vengan, ojalá podamos seguir mejorando este Dakar en 2016.” El titular de la empresa organizadora, el francés Etienne Lavigne, había sido enfático durante la presentación oficial de la prueba, cuando afirmó: “El Dakar seguirá en Sudamérica y deseamos que también en la Argentina. El Dakar no es cuestión de partidos políticos, sino que se trata de algo que hace al interés nacional”. Según cita el sitio web Visionauto, Lavigne afirmó haber conversado con “otros líderes políticos, como el señor Scioli, el señor Macri y el señor Massa”.
Como sea que provea el futuro, el presente entrega como desafío un rally tan impredecible como de costumbre: “Es una carrera completamente abierta. En el Dakar tú tratas de no cometer errores y de evitar averías mecánicas. Después no se puede planear nada”, asegura Marc Coma, cuatro veces ganador de la prueba en moto y defensor del título en su especialidad. “El año pasado tuvimos una etapa como la de Chilecito, en la que corrimos con 48 de calor, se incendiaron muchas motos, se privó a muchos de completar su sueño Dakar. ¿Quién puede planear ante algo así?” Sólo un puñado de los más de 400 competidores sale al camino pensando en la victoria. El 95 por ciento sólo aspira a sobrevivir, a pasar una etapa tras otra, a dar la vuelta. Los otros, la selecta minoría, los que andan a fondo en la cornisa o en la duna, son los ídolos. Los que llegan agotados, sucios, retrasados, sufridos, esos son los verdaderos héroes. De ellos se nutre la leyenda.
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