martes, 24 de enero de 2012

Una aventura

Cinco argentinos llegaron en velero a la Antártida
El capitán Osvaldo Mauro empezó a pensar la aventura en 2002. Los tripulantes construyeron ellos mismos la embarcación. Partieron desde Núñez hace dos meses y medio. Y ayer tocaron suelo antártico. El sueño de dos amigos que llevó una década.

EL BARCO EN LA ISLA DE LOS ESTADOS.
En este momento un pingüinito amenaza con saltar arriba del velero. En la Antártida los animales no ven al hombre como un enemigo”, dice a Clarín Osvaldo Mauro, ingeniero y capitán del velero Antarktikos mientras describe el paisaje: dos islas cubiertas de hilo y aves que revolotean. Mauro y sus compañeros de viaje cumplieron el sueño: llegaron ayer a la Antártida, una travesía que desde hacía 18 años no lograba un velero con bandera argentina. Es la tercera vez que esto ocurre. El 7 de noviembre del año pasado partieron desde Núñez.

Mauro tuvo acompañantes. Ricardo Rüst, 56 años, es ingeniero electrónico y vive en Suiza. Amigos desde hace más de 30 años, los dos son apasionados de la navegación. Fabián Linkowsky (47), licenciado en sistemas, vive en Buenos Aires. Cuando el capitán decidió hacer el viaje, comunicó en ámbitos específicos de navegación que necesitaba tripulantes: así enteró y luego fue elegido para ser parte de la travesía. Oscar Lema (51) comerciante y porteño, es amigo de Fabián quien lo recomendó. Y Claudio Jurigacek (33) fue el carpintero del velero. Se encargó de hacer toda la carpintería del Antarktikos e instaló todos los servicios y parte de la mecánica.

“Ahora estamos por fin flotando en la Isla Decepción. Encontramos refugio en un cráter de un volcán. El velero no se mueve y estamos tranquilos disfrutando un paisaje de ensueño. En el viaje superamos olas de más de siete metros. Cuando llegamos nos dimos un gusto: cocinamos un lomo al horno con puré de papas”, dice Mauro.

El equipo hizo una escala en Ushuaia, desde donde salieron el 9 de enero para enfrentar la parte más difícil del viaje, y luego otra parada en Puerto Williams. “Volvimos al mar y tuvimos un percance: se nos rompió el eje del velero y tuvimos que regresar al puerto para solucionarlo”, relata Mauro.

Durante el viaje, la nave nunca dejó de moverse, atravesaron olas gigantes y soportaron temperaturas bajo cero. Dentro de la embarcación, explica Mauro, es muy peligroso cocinar, así que comieron barritas de cereal y algunos fiambres. A la noche se turnaban para dormir: las camas son cuchetas y a los costados tienen paredes. “Se llaman violines, se usan para amortiguar el balanceo de las olas que son muy fuertes”, detalla. Durante varios tramos fueron perseguidos por curiosos delfines que jugaban con la embarcación, vieron lobos marinos, pingüinos y albatros gigantes. Mauro cuenta que intentaron pescar, pero nunca tuvieron suerte . Ahora tienen pensado ir a visitar las bases argentinas Primavera y Almirante Brown y volver a Ushuaia el 20 de febrero. Ahí se quedará el Antarktikos. Los tripulantes volverán en avión a Buenos Aires.

En la aventura, faltó un protagonista importante: Luis Campi, un abogado a quien Mauro conoció en 2002 en un curso de pilotos de yate y con quien ideó entonces esta travesía. Juntos construyeron el barco, íntegramente diseñado para que pueda afrontar tremendas condiciones climáticas. Campi no viajó por motivos laborales. Pero sus cinco compañeros cumplieron el sueño. Ahora disfrutan por un rato la quietud del Antarktikos en medio de un paisaje infinito y blanco.

http://www.clarin.com


No hay comentarios:

Publicar un comentario