Estalla en las plazas la primavera española
Mientras la madrileña plaza de Puerta del Sol volvió a rebosar de personas, es en las ciudades medianas, como Valencia, Sevilla o Bilbao, donde más se notó el crecimiento exponencial de la protesta. Fuerte impacto en el tablero político.
Por Oscar Guisoni
desde Madrid
Las plazas españolas volvieron a llenarse ayer de miles de personas indignadas con el sistema político, la crisis económica y la actitud de banqueros y ejecutivos de las grandes multinacionales que siguen ganando dinero a raudales mientras a su alrededor crece el desempleo y se deteriora el estado de bienestar. La jornada primaveral y la seguridad de que la policía no haría cumplir la orden de la Junta Electoral de prohibir las manifestaciones durante la jornada de reflexión previa a las elecciones animaron a más ciudadanos a sumarse al movimiento. Mientras la madrileña plaza de Puerta del Sol volvió a rebosar de personas, es en las ciudades medianas, como Valencia, Sevilla o Bilbao, donde más se notó el crecimiento exponencial de la protesta.
A estas alturas el 15-M ya se ha vuelto un movimiento muy organizado. Debajo de las carpas azules es frecuente encontrarse con grupos de ciberactivistas en plena actividad. Mientras unos se encargan de Facebook, otros cuentan lo que está pasando en Twitter, muchos suben fotos en directo con sus móviles conectados a Internet, otros postean en su blog documentos para el debate y hasta hay responsables de resumir lo que se habla en las asambleas que todos los días se hacen a las 13.00, en las que los temas son de lo más variados. Una comisión de seguridad se encarga de conservar el orden y un grupo numeroso de personas ayuda a los que tienen algún problema médico o a los discapacitados que se acercan a las plazas a manifestar. Ayer, por ejemplo, la asamblea de Puerta del Sol debatía sobre lo atinado de promover retirar el dinero de los grandes bancos, exigir al Fondo Monetario Internacional que los países endeudados puedan devolver el dinero a plazos sin intereses o promover una democracia asamblearia. “Luego –explica David, con una computadora portátil en mano– enviamos las conclusiones a las otras plazas españolas con las que estamos en contacto y de esa manera a lo largo de los días se discuten los mismos temas en todos los sitios.”
La edad de los manifestantes también ha ido cambiando con el correr de los días. Aunque son los jóvenes que tienen entre 20 y 30 años los que llevan el peso de la protesta y representan la cara visible del movimiento, poco a poco se han ido sumando jubilados, empleados y amas de casa hasta lograr conformar un heterogéneo mapa social. “Venimos porque estamos hartos de los políticos”, explica una señora muy mayor de la mano de su esposo. “Mire –dice un jubilado a viva voz–, tengo la piel de gallina, si mi padre viviera para verlo. No sucedía algo así desde los tiempos de la República.”
Por las plazas también pasan los escépticos que no pueden con la curiosidad. “Parece una verbena”, comenta con un cierto desprecio un señor de traje y corbata que apenas se ha quedado unos minutos contemplando la multitud. El clima festivo es real, pero para que nadie dude de la seriedad de la protesta los “indignados” colgaron una serie de carteles ya en la noche del viernes en los que advertían “Esto no es un botellón”, nombre con el que en España se conoce a la reunión de jóvenes en las plazas los fines de semana para beber y divertirse.
Otra de las características del movimiento es la heterogeneidad de las causas que logra agrupar. Durante los últimos días las autoridades se vieron sorprendidas por un sinnúmero de pedidos de autorización para manifestar elevados por más de 500 asociaciones diferentes. Están desde los ecologistas a los grupos contrarios a la llamada “ley Sinde” que limita las descargas de contenido protegido por los derechos de autor en Internet. Hay asociaciones de consumidores, de afectados por la crisis inmobiliaria y que han tenido que ceder su vivienda al banco porque no pudieron seguir pagando la hipoteca, hay defensores de los derechos de los animales y hasta el movimiento Despacito, que propone la slow life, la vida lenta, como alternativa a la locura del mundo moderno. Ayer en algunas plazas hasta se dieron charlas sobre la conveniencia del “decrecimiento”, una teoría económica que creció en Francia y que se presenta como alternativa al neoliberalismo dominante en la Europa contemporánea.
En la Puerta del Sol, epicentro de la primavera española, los indignados pusieron ayer en pie una radio y hasta hubo un grupo que se dedicó a plantar verduras en una de las fuentes: el mensaje era claro, el movimiento no se detendrá el lunes después de las elecciones y muchos ya se están preguntando cómo seguir, qué consignas establecer como condiciones indispensables para levantar las acampadas y cómo transformar al 15-M en frutos que puedan ser palpables por la sociedad que se ha volcado mayoritariamente a las calles a apoyarlos. En la hora pico de la protesta, a las ocho de la noche, la concentración desbordaba la plaza hasta una dimensión que no había alcanzado ni siquiera en la noche del viernes, que hasta el momento había sido la más concurrida. El mayo español aún parece tener cuerda para rato.
El 15-M tomó a los políticos por sorpresa. Mariano Rajoy, líder del derechista Partido Popular, no ocultó su enojo con la situación. Primero dijo que era muy fácil criticar a los políticos, en lo que se interpretó como una cerrada defensa de la clase dirigente ante el cariz que estaba tomando el movimiento callejero, luego aclaró que si él fuera ministro del Interior no hubiera permitido las marchas durante la jornada de reflexión o el día de las elecciones y al final terminó aceptando la decisión del gobierno de no desalojar las plazas por la fuerza, aunque hizo responsable de lo que pudiera ocurrir al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.
En el oficialismo primero se mostraron desconcertados, luego comprendieron la gravedad de lo que estaba ocurriendo, ya que los que estaban en las calles bien podrían ser mayoritariamente sus votantes indignados y estaban pidiendo abiertamente que no se los vote, después intentaron hacer guiños al movimiento callejero, hasta que al final el vicepresidente del gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, el hombre mejor situado en la lucha interna por la candidatura presidencial, se ganó una inesperada simpatía en las calles prohibiendo el desalojo de las plazas.
Izquierda Unida, el eterno tercero en discordia, tampoco pudo capitalizar el descontento. Aunque las encuestas auguran que sus votos serán decisivos en algunas autonomías y ayuntamientos, y que los viejos herederos del Partido Comunista dirigidos por Cayo Lara obtendrán hoy los mejores resultados en mucho tiempo, está claro que el vendaval de la protesta también los ha alcanzado y en el camino corren incluso el riesgo de perder el histórico bastión rojo de Córdoba, la ciudad más importante en su poder. Sus esfuerzos por ganarse la simpatía del 15-M resultaron vanos. Muchos ciudadanos los identifican como aliados del PSOE en última instancia y, por lo pronto, como parte del sistema político que se cuestiona en las calles.
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