El compositor y bandoneonista salteño combinó su mirada sobre la música de Wolfgang Amadeus Mozart con obras propias, junto a su quinteto. El suyo fue un Mozart acaso distinto del “clásico”, descentrado de su época y experimental.
Por Santiago Giordano
El quinteto
termina de tocar su versión de la Fuga K 401 de Wolfgang Amadeus
Mozart. Se trata de una página relativamente breve, que a los 26 años
escribió para su esposa Constanza en la vigilia del casamiento. Para
quienes escuchan de este lado del tiempo, es más bien el ensayo de un
músico que escapando del positivismo creciente de su época miró hacia
atrás para indagar en el pasado. Es el Mozart que a lo largo de
innumerables tardes compartiendo músicas en los salones de la casa del
barón Van Swieten supo acercarse a los modelos de Bach para absorberlos
hasta incorporarlos a su bagaje. Es un Mozart acaso distinto del
“clásico”. Descentrado de su época, experimental, si se quiere. Con esta
obra Dino Saluzzi terminaba, el domingo por la noche, la primera parte
de su concierto en el 2O Festival Konex de Música Clásica, este año
dedicado al prodigio de Salzburgo en el 260 aniversario de su
nacimiento. En el auditorio mayor de la Ciudad Cultural Konex, Saluzzi
ofreció un programa que, atento al espíritu del Festival, combinó su
mirada sobre la música de Mozart con obras propias, junto a Félix
Saluzzi en bandoneón, José Saluzzi en guitarra, Matías Saluzzi en bajo y
Jorge Savelón en percusión.
Todavía se prolongaban los aplausos con los que parecía terminaba la
primera parte del concierto cuando Saluzzi, solo con el bandoneón,
comenzó un largo aparte en el que tomó el sujeto de la fuga que todavía
resonaba en el aire para elaborarlo y transformarlo. “Así vuelvo a
Buenos Aires...”, susurró el reciente Premio Konex de Brillante.
Entonces comenzó a urdir uno de esos momentos de los que sólo él es
capaz. Esos momentos en los que a solas con su instrumento suspende el
tiempo y lo reinventa a través de fraseos amplios, respiraciones
personales, gestos que tienen que ver con la experiencia de un periplo
abierto a los más variados asombros, pero también con profundas raíces.
Desde ese territorio que es el suyo, el bandoneonista salteño escuchaba
el tema con el que Mozart escuchó a Bach. Lo modelaba, lo variaba, lo
transformaba, hasta que la memoria recobraba sus lugares. A través de
ese puente maravilloso, un gesto tan prodigioso cuanto inesperado,
Saluzzi regresó de su visita a Mozart. Una visita respetuosa y cortés,
que había comenzado por La sonata para piano K547a, obra que en 1788
Mozart dejó inconclusa. Tras el galante primer movimiento distribuido
casi textualmente en la dinámica del quinteto, recién en los breves
compases del “Rondo” inconcluso Saluzzi abrió el juego para propiciar
relámpagos de improvisación.Sin embargo sería el Adagio en Si menor K540 el momento de mayor intensidad de la primera parte del concierto. Entre la música de Saluzzi y el Mozart del “Adagio”, obra que por sus marcados claroscuros y lo que más tarde se llamaría dramatismo adelanta la expresividad de su tiempo, hay sensibilidades en común. Un buen ejemplo de esto se pudo se escuchar en la apertura de la segunda parte del concierto, con “Las cosas amadas”, obra en la que Saluzzi apela a la memoria personal como destino de un discurso atravesado por afectos y sensibilidades.
El final del concierto, tras el dinámico “Sucesos”, llegó con “Preludio y fuga”, de la Suite Sudamericana. Otra vez una fuga, pero ahora desde otro lado. El propio. Los límites entre los géneros suelen ser difusos y como bien dijo Saluzzi en algún momento del concierto, “la música no tiene destinatarios elegidos”, tras los cánones, las prácticas y los estilos hay sobre todo gente que escucha. Más allá de los procedimientos comunes con otras épocas y otros compositores, a Saluzzi lo distingue una manera de tocar, de reflexionar ante la música y el tiempo. El sonido de Saluzzi está en las notas de su música, claro, pero su personalidad se completa en la manera de tocar esas notas. Es ahí donde redondea su estilo, donde termina de colocarse en su lugar y su tiempo.
Como bis, en el festival que rinde homenaje a Mozart, Saluzzi y su quinteto, con el respeto que hacen de una música la Gran Música, interpretetaron “La arribeña”, de Atahualpa Yupanqui, combinada en la segunda vuelta con “La tristecita”, de Ariel Ramírez. Acaso como Mozart en su época, Saluzzi es un ejemplo de cómo trazar un presente ancho y generoso con la fuerza de las tradiciones y una idea de cultura en movimiento. Esto, en épocas de globalización y disolución de las identidades, es un patrimonio inmenso.
El 20 Festival Konex de Música Clásica comenzó el sábado con la brillante actuación de Shlomo Mintz, como violinista, violista y director, junto a Xavier Inchausti y La Camerata Bariloche. Continuará esta noche en la Ciudad Cultural de Sarmiento 3131 con otra mirada descentrada sobre la música de Mozart: la de Escalandrum, que a través de páginas como “Lacrimosa” del Requiem K626, la Sonata para piano K331 y la Sinfonía n 40 K550, trazará otro de los Mozart posibles.
Entre la larga serie de actividades que se prolongará hasta el domingo 17, se destacan las actuaciones de La orquesta La Filamónica. La formación dirigida por Carlos Vieu, se presentará mañana con el flautista Claudio Barile como solista, el viernes con un programa que enfrentará otra a vez a Mozart y Salieri, junto a una conferencia sobre el tema a cargo del historiador Felipe Pigna, y el domingo, con el Coro Lagun Onak, interpretará el Requiem K626. Mañana a las 18, La Academia Bach de Mario Videla, con el Cuarteto Petrus ofrecerá el programa Mozart bien temperado, y el viernes a la misma hora Los Solistas del Teatro Colón interpretará las serenata para vientos. Para el jueves a las 20:30 se anuncia una Gala lírica, que además de una conferencia del filósofo Darío Sztajnszrajber –“Mozart. Filosofía de una época”– tendrá a la soprano Paula Almerares y al barítono Víctor Torres como dos de sus protagonistas. El mismo día a las 18 actuará el Cuarteto Gianneo. El sábado, el pianista Horacio Lavandera ofrecerá un recital a las 20.30 y antes, a las 18, el Cuarteto Argentum, Jorge de la Vega y Daniel Kovacih presentarán obras de Mozart y la obra ganadora del Concurso de composición del Festival: Theophilus, para cuarteto de cuerdas y electroacústica, de Demián Rudel Rey. También habrá actividades didácticas para niños, entre las que se destacan dos puestas de La flauta mágica: una para títeres por la Compañía Babelteatro (sábado y domingo a las 14.15) y la otra por Juventus Lírica (sábado a las 15).
Algunas de las maneras posibles de decir Mozart, a 260 años de su nacimiento.
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