domingo, 18 de octubre de 2015

El poeta Kenneth Goldsmith, de visita en Buenos Aires

"Hoy somos gestores de la información"

Fundador del archivo de arte de vanguardia y contemporáneo UbuWeb, el artista conceptual habló en la biblioteca del Malba sobre la profunda revolución que significó lo digital, y del sonado caso del proceso a Pablo Katchadjian por El aleph engordado.

Por Silvina Friera

La mesa está servida para una revolución literaria. La invitación la promueve el entusiasta Kenneth Goldsmith desde las provocadoras páginas de Escritura-no creativa (Caja Negra), una constelación de “ensayos guerrillas” que agitan las estanterías conceptuales. El poeta y artista conceptual norteamericano, fundador del archivo de arte de vanguardia y contemporáneo UbuWeb (www.ubuweb.com), advierte que la mayoría de la escritura continúa como si Internet jamás se hubiera inventado. “El mundo literario todavía se escandaliza por los mismos episodios de fraudulencia, plagio y engaño que causarían risa en los mundos del arte, la música, la computación o la ciencia”, plantea Goldsmith. El asunto es más complejo: jugar con el lenguaje y sus infinitas posibilidades, para homenajear o simplemente por el placer de experimentar, puede tener consecuencias legales. Aunque ya no está procesado, Pablo Katchadjian, el autor de El aleph engordado, estuvo a punto de ir a juicio por violación de un artículo de la Ley de Propiedad Intelectual. “Si alguien plagia tu obra, significa que a esa persona le importás. El plagio es amor”, pondera el poeta en la biblioteca del Malba, donde recibe a un puñado de periodistas, horas antes de presentar su libro en el marco de la exposición La era metabólica.
“Borges predijo Internet; la Biblioteca de Babel se transformó en una realidad”, afirma Goldsmith. “Este podría ser un momento de gran celebración por la transmisión de la obra de Borges hacia el siglo XXI. María Kodama y la gente que la representa, en vez de resistirse, tendrían que abrazar el interés de los jóvenes por Borges”. El autor de Escritura no-creativa opina que un joven artista con poca frecuencia puede “darse el lujo de pedir permiso” para apropiarse literariamente de una obra. “El artista tiene que hacer lo que tiene hacer”, subraya el poeta estadounidense que fue invitado por el presidente Barack Obama a leer en la Casa Blanca. “¿El autor –por Katchadjian– ganó algo de dinero?”, pregunta él a los periodistas. Cuando se entera de que la edición de El aleph engordado era de tan sólo 200 ejemplares, sacude la cabeza y mueve las manos en clara señal de que no queda mucho más por agregar. “Yo no tengo ningún problema que los herederos de Borges ganen dinero a partir de la gente que tiene el dinero para pagar; eso está bien. Pero 200 ejemplares, ¡por favor! ‘El aleph’ está por todos lados en Internet; ahora mismo, si quieren, les puedo mostrar 900 versiones. Esta es una batalla que ya se ganó, es una batalla estúpida que hace veinte años quizá hubiera sido interesante, pero ya pasó el momento. Y la batalla se ganó”.
La vida de Goldsmith (Freeport, Nueva York, 1961) cambió cuando descubrió la poesía concreta. Hasta 1989 era un escultor, un artista. Cuando conoció Internet, “no quería hacer otra cosa que estar en Internet”, confiesa con la pasión del neófito tecnológico intacta. “La poesía concreta nos mostró la compresión del lenguaje de tal manera de formar símbolos visuales que pasaron a transformarse en los íconos del escritorio de la computadora. Es sorprendente que la poesía concreta fuera capaz de comprimir el mundo en una imagen pequeña, funcional”, explica el poeta que es profesor de escritura en la Universidad de Pensilvania. “Es muy im-por-tan-te”, se anima a pronunciar la frase en español para luego regresar a su lengua madre. “Ni Steve Jobs, ni la gente de Silicon Valley, ni la gente de Amazon, se ponen a hablar de la poesía concreta, pero está presente en el ADN de la computación, de la misma manera que está presente el surrealismo. Mi trabajo tiene que ver con establecer estas conexiones entre el modernismo y lo digital. Al fin y al cabo, las proposiciones del modernismo están concretándose en la era digital”.
Printing out the Internet es el nombre del proyecto en el que poeta norteamericano invitó al público a imprimir y enviar páginas de Internet a una galería de arte de México, donde alcanzaron a reunir diez toneladas de papel provenientes de 20.000 participantes en 2013. “(Andy) Warhol y (Walter) Benjamin eran recolectores, acumuladores; el hecho de ser acumulador solía ser visto como una patología. Pero ahora todos somos acumuladores de material digital. El archivo es el nuevo arte folclórico”, define Goldsmith. “Pasamos mucho tiempo organizando una cantidad de material que nunca vamos a terminar utilizando. Yo tengo más mp3 que los que jamás voy a poder escuchar en las próximas diez vidas. Cada día descargo más, los organizo muy meticulosamente y les hago back up. Lo único que hago es mover estos archivos furiosamente: los subo a UbuWeb, los transfiero todo el tiempo, pero nunca los escucho efectivamente. Nos hemos convertido en gestores de información, y yo lo veo como una práctica artística. Descargar un mp3 es poesía. Joseph Beuys lo predijo: todo el mundo ha devenido artista”.
El poeta estadounidense desestima que los escritores opten por desconectarse de sus dispositivos como reacción ante un mundo hiperconectado. “El fenómeno más importante que estamos viviendo en nuestras vidas es Internet y la tecnología. Si nuestro arte no puede abordar estas cuestiones, entonces ese arte no es relevante”, polemiza Goldsmith y aclara que no cree que puedan surgir “células de originalidad” en el ecosistema textual. “Yo creo que la escritura original va a estar a cargo de robots; será una escritura muchísimo más original de la que podría llegar a producir un ser humano”, ironiza.
–Usted leyó poesía en la Casa Blanca, invitado por Barack Obama. ¿Hubiera leído si lo invitaba un presidente republicano?
–Cuando me invitaron, me puse a pensar cuál podría ser la desventaja de aceptar la invitación. Entonces le pregunté a un colega de la universidad este interrogante: ¿hubiera aceptado si me hubiera invitado el presidente George W. Bush? Y mi colega me respondió: “Kenneth, la verdad es que nunca te hubieran invitado a ir a la Casa Blanca en época de Bush”. Creo que con esto está todo dicho, ¿no?

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