Fundador del archivo de arte de vanguardia y contemporáneo UbuWeb, el artista conceptual habló en la biblioteca del Malba sobre la profunda revolución que significó lo digital, y del sonado caso del proceso a Pablo Katchadjian por El aleph engordado.
Por Silvina Friera
La mesa
está servida para una revolución literaria. La invitación la promueve el
entusiasta Kenneth Goldsmith desde las provocadoras páginas de
Escritura-no creativa (Caja Negra), una constelación de “ensayos
guerrillas” que agitan las estanterías conceptuales. El poeta y artista
conceptual norteamericano, fundador del archivo de arte de vanguardia y
contemporáneo UbuWeb (www.ubuweb.com), advierte que la mayoría de la
escritura continúa como si Internet jamás se hubiera inventado. “El
mundo literario todavía se escandaliza por los mismos episodios de
fraudulencia, plagio y engaño que causarían risa en los mundos del arte,
la música, la computación o la ciencia”, plantea Goldsmith. El asunto
es más complejo: jugar con el lenguaje y sus infinitas posibilidades,
para homenajear o simplemente por el placer de experimentar, puede tener
consecuencias legales. Aunque ya no está procesado, Pablo Katchadjian,
el autor de El aleph engordado, estuvo a punto de ir a juicio por
violación de un artículo de la Ley de Propiedad Intelectual. “Si alguien
plagia tu obra, significa que a esa persona le importás. El plagio es
amor”, pondera el poeta en la biblioteca del Malba, donde recibe a un
puñado de periodistas, horas antes de presentar su libro en el marco de
la exposición La era metabólica.
“Borges predijo Internet; la Biblioteca de Babel se transformó en
una realidad”, afirma Goldsmith. “Este podría ser un momento de gran
celebración por la transmisión de la obra de Borges hacia el siglo XXI.
María Kodama y la gente que la representa, en vez de resistirse,
tendrían que abrazar el interés de los jóvenes por Borges”. El autor de
Escritura no-creativa opina que un joven artista con poca frecuencia
puede “darse el lujo de pedir permiso” para apropiarse literariamente de
una obra. “El artista tiene que hacer lo que tiene hacer”, subraya el
poeta estadounidense que fue invitado por el presidente Barack Obama a
leer en la Casa Blanca. “¿El autor –por Katchadjian– ganó algo de
dinero?”, pregunta él a los periodistas. Cuando se entera de que la
edición de El aleph engordado era de tan sólo 200 ejemplares, sacude la
cabeza y mueve las manos en clara señal de que no queda mucho más por
agregar. “Yo no tengo ningún problema que los herederos de Borges ganen
dinero a partir de la gente que tiene el dinero para pagar; eso está
bien. Pero 200 ejemplares, ¡por favor! ‘El aleph’ está por todos lados
en Internet; ahora mismo, si quieren, les puedo mostrar 900 versiones.
Esta es una batalla que ya se ganó, es una batalla estúpida que hace
veinte años quizá hubiera sido interesante, pero ya pasó el momento. Y
la batalla se ganó”.
La vida de Goldsmith (Freeport, Nueva York, 1961) cambió cuando
descubrió la poesía concreta. Hasta 1989 era un escultor, un artista.
Cuando conoció Internet, “no quería hacer otra cosa que estar en
Internet”, confiesa con la pasión del neófito tecnológico intacta. “La
poesía concreta nos mostró la compresión del lenguaje de tal manera de
formar símbolos visuales que pasaron a transformarse en los íconos del
escritorio de la computadora. Es sorprendente que la poesía concreta
fuera capaz de comprimir el mundo en una imagen pequeña, funcional”,
explica el poeta que es profesor de escritura en la Universidad de
Pensilvania. “Es muy im-por-tan-te”, se anima a pronunciar la frase en
español para luego regresar a su lengua madre. “Ni Steve Jobs, ni la
gente de Silicon Valley, ni la gente de Amazon, se ponen a hablar de la
poesía concreta, pero está presente en el ADN de la computación, de la
misma manera que está presente el surrealismo. Mi trabajo tiene que ver
con establecer estas conexiones entre el modernismo y lo digital. Al fin
y al cabo, las proposiciones del modernismo están concretándose en la
era digital”.
Printing out the Internet es el nombre del proyecto en el que poeta
norteamericano invitó al público a imprimir y enviar páginas de Internet
a una galería de arte de México, donde alcanzaron a reunir diez
toneladas de papel provenientes de 20.000 participantes en 2013. “(Andy)
Warhol y (Walter) Benjamin eran recolectores, acumuladores; el hecho de
ser acumulador solía ser visto como una patología. Pero ahora todos
somos acumuladores de material digital. El archivo es el nuevo arte
folclórico”, define Goldsmith. “Pasamos mucho tiempo organizando una
cantidad de material que nunca vamos a terminar utilizando. Yo tengo más
mp3 que los que jamás voy a poder escuchar en las próximas diez vidas.
Cada día descargo más, los organizo muy meticulosamente y les hago back
up. Lo único que hago es mover estos archivos furiosamente: los subo a
UbuWeb, los transfiero todo el tiempo, pero nunca los escucho
efectivamente. Nos hemos convertido en gestores de información, y yo lo
veo como una práctica artística. Descargar un mp3 es poesía. Joseph
Beuys lo predijo: todo el mundo ha devenido artista”.
El poeta estadounidense desestima que los escritores opten por
desconectarse de sus dispositivos como reacción ante un mundo
hiperconectado. “El fenómeno más importante que estamos viviendo en
nuestras vidas es Internet y la tecnología. Si nuestro arte no puede
abordar estas cuestiones, entonces ese arte no es relevante”, polemiza
Goldsmith y aclara que no cree que puedan surgir “células de
originalidad” en el ecosistema textual. “Yo creo que la escritura
original va a estar a cargo de robots; será una escritura muchísimo más
original de la que podría llegar a producir un ser humano”, ironiza.
–Usted leyó poesía en la Casa Blanca, invitado por Barack Obama. ¿Hubiera leído si lo invitaba un presidente republicano?
–Cuando me invitaron, me puse a pensar cuál podría ser la desventaja
de aceptar la invitación. Entonces le pregunté a un colega de la
universidad este interrogante: ¿hubiera aceptado si me hubiera invitado
el presidente George W. Bush? Y mi colega me respondió: “Kenneth, la
verdad es que nunca te hubieran invitado a ir a la Casa Blanca en época
de Bush”. Creo que con esto está todo dicho, ¿no?
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