lunes, 18 de noviembre de 2013

Danzas nativas

Bailar sin ver, una terapia para el cuerpo y para el alma

El Grupo de Danzas Nativas de Ciegos enseña a personas no videntes una forma distinta de afrontar la vida.

Por Teresa Zolezzi

"Nunca me gustaron las cosas fáciles", confiesa Fedra Borneo al explicar cómo se convirtió en maestra de danzas para personas no videntes o con disminución visual. Fue hace más de 17 años cuando decidió enseñar a ciegos lo que sabe y disfruta más: bailar.
Así nació el Grupo de Danzas Nativas Argentinas de Ciegos, que brinda clases de folklore a alumnos cuyas edades varían entre los 50 y los 75 años. Al ritmo del pericón, gato, chacarera o chamamé, ellos se liberan no sólo del bastón, sino también de miedos e inseguridades. Tener una discapacidad deja de ser sinónimo de impedimento u obstáculo. Se sienten orgullosos de sí mismos, plenos, felices. Zapatean, dan vueltas, unen sus manos, agitan los pañuelos: los movimientos corporales van cambiando, pero hay algo que se mantiene constante: la sonrisa.
Tal es el caso de María Frano, quien se quedó ciega hace ya varios años debido a una retinosis causada por una medicación. Gracias al Grupo de Danzas Nativas, María encontró un lugar que le ofrece lo que ella llama "una terapia completa". Al no usar bastón mientras baila, logró tener mayor estabilidad y moverse con más seguridad en la calle. También le sirve para ejercitar la memoria a la hora de recordar la coreografía. "Me encanta bailar, me da una emoción muy grande, el corazón se me sale por la boca. Siento mucha adrenalina y principalmente la felicidad del logro alcanzado. Saber que se puede, que nada es imposible", afirma.
Todos los años, este grupo organiza una peña gratuita para 450 personas donde los alumnos de Fedra se ponen "las pilchas gauchas" para deslumbrar a los participantes con las coreografías que preparan con gran esfuerzo y dedicación.
Mario Maestre, otro de los alumnos, expresa: "La cuestión no es bailar bien, sino mostrarles a otros que se puede. Eso es lo más importante, motivar a quienes están padeciendo lo mismo que nosotros, sentados en su casa sin hacer nada, para que se animen a incorporarse a un grupo, ya sea de danzas, de actividades culturales o artísticas". Y concluye: "Cada uno tiene que asumir su discapacidad, y en esto son clave el espíritu y las ganas de hacer cosas y de disfrutar".
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