Bailar sin ver, una terapia para el cuerpo y para el alma
El Grupo de Danzas Nativas de Ciegos enseña a personas no videntes una forma distinta de afrontar la vida.
Por Teresa Zolezzi
"Nunca me gustaron las cosas fáciles", confiesa Fedra Borneo al
explicar cómo se convirtió en maestra de danzas para personas no
videntes o con disminución visual. Fue hace más de 17 años cuando
decidió enseñar a ciegos lo que sabe y disfruta más: bailar.
Así nació el Grupo de Danzas Nativas Argentinas de
Ciegos, que brinda clases de folklore a alumnos cuyas edades varían
entre los 50 y los 75 años. Al ritmo del pericón, gato, chacarera o
chamamé, ellos se liberan no sólo del bastón, sino también de miedos e
inseguridades. Tener una discapacidad deja de ser sinónimo de
impedimento u obstáculo. Se sienten orgullosos de sí mismos, plenos,
felices. Zapatean, dan vueltas, unen sus manos, agitan los pañuelos: los
movimientos corporales van cambiando, pero hay algo que se mantiene
constante: la sonrisa.
Tal es el caso de María Frano, quien se quedó ciega
hace ya varios años debido a una retinosis causada por una medicación.
Gracias al Grupo de Danzas Nativas, María encontró un lugar que le
ofrece lo que ella llama "una terapia completa". Al no usar bastón
mientras baila, logró tener mayor estabilidad y moverse con más
seguridad en la calle. También le sirve para ejercitar la memoria a la
hora de recordar la coreografía. "Me encanta bailar, me da una emoción
muy grande, el corazón se me sale por la boca. Siento mucha adrenalina y
principalmente la felicidad del logro alcanzado. Saber que se puede,
que nada es imposible", afirma.
Todos los años, este grupo organiza una peña gratuita
para 450 personas donde los alumnos de Fedra se ponen "las pilchas
gauchas" para deslumbrar a los participantes con las coreografías que
preparan con gran esfuerzo y dedicación.
Mario Maestre, otro de los alumnos, expresa: "La
cuestión no es bailar bien, sino mostrarles a otros que se puede. Eso es
lo más importante, motivar a quienes están padeciendo lo mismo que
nosotros, sentados en su casa sin hacer nada, para que se animen a
incorporarse a un grupo, ya sea de danzas, de actividades culturales o
artísticas". Y concluye: "Cada uno tiene que asumir su discapacidad, y
en esto son clave el espíritu y las ganas de hacer cosas y de
disfrutar".
(...)
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