Pilar Geijo en el Salón de la Fama: lo soñó a los 16 y lo logró a los 33
La nadadora, cuatro veces campeona mundial de aguas abiertas, contó lo
que sintió en la ceremonia de inducción. “Se me cayeron las lágrimas, es
un premio que trasciende todo”, admitió.
Pilar Geijo y la felicidad con el reconocimiento en el Salón de la Fama,
donde 17 años antes, soñaba con ese momento. (Fotos: Familia Geijo)
“Cuando volví a la mesa, luego de
recibir la graduación, miré a mis padres, a mi hermana y se me llenaron
los ojos de lágrimas. Ahí caí de lo que había logrado”. Son pocas las
personas que tienen el privilegio de que toda una vida, en especial una
carrera profesional y todo lo que son y lograron, pase por su cabeza en
un momento puntual y le haga caer la ficha... Pilar Geijo fue una de
ellas hace pocos días, en Londres, cuando resultó protagonista de la
ceremonia de inducción al Salón de la Fama de aguas abiertas.
“Así
me pasó. Todo el tiempo fui muy consciente de la importancia del
premio, quizás el máximo que pueda aspirar cualquier deportista en su
disciplina, pero hubo un instante, cuando la presentadora relató todo lo
que había conseguido, diciendo ‘cuatro veces campeona del mundo (2010,
2011, 2014 y 2015), tres veces subcampeona (2009, 2012 y 2016), 35
podios internacionales’, que sentí una emoción profunda, es como que no
lo podía creer. Pensé que hablaba de otra persona y dije ‘guau, no puedo
creer estar acá’... Fue un momento realmente fuerte. Y, claro, un sueño
hecho realidad”, cuenta esta porteña de 33 años que ganó cuatro veces
la maratón del lago Saint Jean, en dos la Capri Nápoles y en seis la más
extensa, la Hernandarias-Paraná, entre otras.
Cuando Pili habla de un sueño hecho realidad no es una frase más. O una
frase hecha. Ella tenía 16 años cuando, en un regreso desde Hawaii, hizo
una escala en Estados Unidos para visitar el Salón de la Fama donde
ahora ingresó. Hacía pocos años que nadaba y apenas tres en esta
especialidad cuando tuvo el deseo de conocerlo por dentro. Y allí, en el
2000, empezó a soñar. En ese edificio de Fort Lauderdale, creado en
1971, la impactó pararse frente a la estatua de Mark Spitz y encontrar
al referente de su infancia, al gran Alfredo Camarero, uno de los
–ahora- 11 argentinos inmortalizados. Allí, señalando la imagen de quien
la ayudó en sus comienzos, su padre le sacó una foto que hoy se
convirtió en un documento histórico. “Sí, es todo muy loco. Recuerdo
cómo me impactó estar ahí, ver las fotos, los reconocimientos, los
logros... Tanto me motivó que volví al país y escribí en un papel
‘futura campeón mundial de aguas abiertas’ que dejé en mi escritorio y
veía cada día al volver del colegio. Estar ahí me despertó sueños y
ambiciones. Por eso para mí este premio es especial, una emoción muy
fuerte”, rememora Geijo, quien viajó a la ceremonia con su madre
Adriana, su papá Mario y hermana Pamela para disfrutarlo en familia.
Geijo fue una de las 15 premiadas de distintos países y apenas una de
las dos sudamericanas en recibir la inducción (la otra resultó la
brasileña Poliana Okimoto). “Fue muy emocionante en todo momento. Ver a
mi familia, que tanto me apoyó. Recordar a tanta gente que, a lo largo
del camino, me ayudó. Mirar nuestra bandera izada me dio mucho orgullo
de ser argentina. Sentí que representaba a mucha gente. Y también fue un
impacto que se me acercara gente, ex nadadores, para pedirme una foto o
decirme que me tenían como referente. Ahí te das cuenta de la
trascendencia que hoy tienen las redes sociales y de lo que significa
ganar algunas carreras tradicionales, como la Capri Nápoles o la de
Canadá”, analiza mientras cuenta, aún emocionada. Y lo que más la
sorprendió es que para otorgarle el premio habían analizado mucho más
que sus triunfos y títulos. “Para ellos es muy importante la influencia
que ejerciste en tu deporte, la difusión, la transmisión de valores y
hasta el compromiso social”, explica Pili.
Justamente un compromiso que se le despertó hace siete años. “En
realidad, fue la empresa Weber Saint Gobain la que me lo despertó y
ahora también es parte de este premio, porque para la inducción tuvieron
en cuenta mi ayuda social. El programa la Huella me enseñó a pensar en
el otro y yo sentí que era algo me gustaba potenciar. Sumarme a esta
idea le dio realmente más sentido a mi carrera. Uno tiene buenos
resultados, gana títulos, pero si encima puede llegar a una empresa que
te ayuda a ayudar sentís que todo tiene otro significado. El círculo se
cierra con este último eslabón”, explica quien ayudó a refaccionar el
Ringo Boxing Club, una escuela de Paraná y los vestuarios de la pileta
de Nueva Chicago. Ahora, tras su último hito, que fue cruzar el Río de
la Plata en tiempo récord (9h33m para hacer los 42.2 kilómetros que unen
Colonia y Punta Lara), decidió ayudar a una escuelita de fútbol en el
barrio Monasterio de La Plata. “La Huella me hizo pensar en ayudar y,
cuando decidí el cruce, resolví darle un contexto solidario y por suerte
no sólo Weber se sumó sino también otros de mis sponsors para hacer su
aporte”, cuenta Geijo. Está claro que Pilar ha dejado una huella mucho
más que en la natación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario