Entre otras actividades académicas, estudió
bioquímica en Israel, luego hizo su Ph. D en bioquímica en la
Universidad Nacional de Rosario, para después realizar un posdoctorado
en biología molecular en París. En 1992 regresó al país
para reingresar al año siguiente a la carrera de investigadora en el
Conicet (había estado como becaria a sus 23 años).
En su ingreso a carrera en el organismo, pidió investigar sobre
cómo las plantas se adaptan al medioambiente. “Siempre me fascinó el
tema, mi observación era que las plantas, ante un estrés de déficit
hídrico no se mueren inmediatamente ni tampoco todas juntas. La
mayoría sobrevive varios días y mi hipótesis era esa: cómo y por qué
sobreviven sin agua las distintas especies”, dijo Chan a LA NACION.
A comienzos de 2000 se planteó la investigación. “A partir del
aislamiento del gen HB4, generador de tolerancia, presente en el
girasol, fue introducido en otra especie vegetal dejando otra de la
misma especie sin modificación para ver cómo se comportaban ambas, tanto
el organismo genéticamente modificado como la planta natural”, explicó.
El modelo experimental elegido fue la especie arabidopsis thaliana,
una planta chica que entraba en una maceta de ocho centímetros de
diámetro, donde en un espacio reducido del laboratorio se podían hacer
cientos de ensayos a la vez. Asimismo y, dado su ciclo de vida de solo
dos meses, permitía avanzar en el conocimiento de manera más rápida que un cultivo tradicional, que tiene períodos más largos de vida.
Tras cientos y repetidos ensayos, para descartar que no eran accidentales, y probar distintas condiciones de déficit hídrico como también el comportamiento de la planta en condiciones normales, los resultados que arrojaban eran auspiciosos a la respuesta al estrés hídrico, es decir tenían una buena tolerancia.
Fue
ahí que quien años antes fue director de su tesis le preguntó si había
patentado esa tecnología. “Yo no solo no lo había patentado sino que lo
más parecido que conocía de patentes era la de los autos”, relató.
Su
anterior director de tesis le hizo un contacto con un grupo de
empresarios que acababan de fundar una empresa: Bioceres, que enseguida
se mostró interesada por el desarrollo. “Vamos a financiarlo para hacerlo en un cultivo, me dijeron. Sin financiamiento privado hubiese sido imposible”, indicó.
Chan sabía que debía seguir investigando porque lo que funcionaba en un modelo no significaba que funcionaría en un cultivo. “No era lo mismo un modelo controlado en cámaras de cultivo que en una invernadora y más aun en un campo, donde hay variables que se combinan como suelo, temperatura, etc. Uno le tiene mucha fe a lo que hace pero en ciencia no sirven las corazonadas. Ciencia es demostración por eso había que continuar con las investigaciones”, describió.
Se
pasó a un trabajo multidisciplinario, mientras se continuaban los
estudios de los mecanismos moleculares y fisiológicos en laboratorio, en
paralelo Bioceres se ocupó de los ensayos en invernaderos y a campo.
Con
una gran inversión, la empresa alquiló campos en distintos lugares. “Se
debieron firmar papeles, adecuarse y cumplir los marcos regulatorios.
Eran lotes que además debían estar custodiados. Requería de mucho
dinero”, detalló Chan.
El trabajo en equipo y la
colaboración en la evaluación de los ensayos entre todos los actores,
sobre todo con lo que tenía que ver con el rendimiento, fue fundamental.
La
doctora María Elena Otegui tomó los 37 ensayos que tenía Bioceres e
hizo un estudio día por día con datos que pidió a las estaciones
meteorológicas más cercanas a esos ensayos, para entender el porqué del
rendimiento de cada cultivo en cada zona. En su análisis, se concluyó que no solo eran tolerantes a sequía sino también al calor.
Con resultados fehacientes, se comenzó tres arduos caminos regulatorios. El primero tuvo que ver con la sanidad ambiental,
en donde se presentaron trabajos en la Comisión Nacional Asesora para
la Conservación y Utilización Sostenible de la Diversidad Biológica
(Conadibio), de medición de la flora y fauna de una región de un
cultivo transgénico con la respectiva medición de un cultivo sin
transformación.
Luego en el Senasa se demostró “que el alimento que se produce no tiene incidencia en la salud humana ni en animales”. Para esto, se hicieron ensayos en distintos establecimientos externos con animales.
“El
último tiene que ver con sanidad económica del país. Estaba varado en
la Secretaría de Mercados, que depende del Ministerio de Agricultura, donde decían que esto era bárbaro pero que para la economía argentina podía tener problemas. Por eso, el Gobierno hizo una aprobación condicional hasta que nuestro principal comprador de trigo, Brasil, lo hiciera”, dijo tras la aprobación para harina de este cereal transgénico.
“Lo mismo pasa con la soja transgénica
que se espera que China se expida al respecto, en esto estamos
aguardando que ello ocurra”, detalló. Vale recordar que la firma
Bioceres también tiene una soja tolerante a sequía aprobada en el país
pero que espera justamente una autorización de China, el mayor comprador
de este producto.
Chan se
refirió a los detractores de este desarrollo. Señaló que, por un lado,
están quienes tienen intereses económicos y, por el otro, los grupos
ambientalistas “que se juntaron en contra de esta tecnología”.
“Desconozco
los motivos reales de la grupos económicos. En tanto, los
ambientalistas creen que con esto se va a aumentar el uso de herbicidas,
sin saber que este trigo se puede hacer con un manejo convencional,
usamos los herbicidas cuando hace falta. El tema de una merma
en el uso de herbicidas se soluciona con más ciencia, encontrando un
herbicida natural, a gran escala y a un precio razonable, que suplante
los herbicidas químicos. Pero hoy el mundo necesita alimentos”, dijo.
“Nadie
puede estar en contra de cuidar el medioambiente pero somos un país
principalmente agroexportador que necesita conseguir divisas para poder
comprar aquellas cosas que no fabricamos aquí. Debemos ir hacia un mundo más sustentable pero hay que buscar alternativas”, añadió.
Destacó
que “este paso exitoso de una tecnología propia y nacional es un
ejemplo para aquellas que vienen detrás, donde científicos y empresarios
invierten y apuestan años de trabajo para ello”.
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